DEJANDO el faro, pasamos por El Trancadero, donde se halla un primitivo acuífero de agua potable que por lo poco accesible de su entorno no ha sido posible recuperarlo, yendo sus aguas al mar desde remotos tiempos. A trescientos metros nos tropezamos con el histórico e independiente pago de Los Alenes, donde admiraremos media docena de casas coloniales que encierran sentimientos de añoranzas al comprobar que, siendo construidas por Juan Luis López, el portugués, a finales del siglo XVI, aún viven en sus hogares algunos de sus descendientes.

Marchamos con renovadas fuerzas y contemplaremos lo bonita que está Las Aguas, con su aspectos de barrio de pescadores, que casualmente lo fue por una decena de años con profesionales del Puerto y de Icod, y que los de esta edad avanzada recordamos con nostalgia, al retener en nuestra mente las vivencias que contemplábamos diariamente en la playa, con un movimiento de gente que nos pareciera un verdadero muelle pesquero. A la captura de los peces, especialmente chicharros y caballas, se le llamaba "el asunto", y que consistía en que, si a los pescadores les iba bien el día, les regalaban a aquellas personas afines alguna dádiva de su costosa pesca, que en tiempo de penuria venía de perlas a los hogares de los barrios periféricos. Pasados setenta años de aquellos acontecimientos, aún conservamos, sobre todo con los de Icod, una cariñosa amistad con sus supervivientes y descendientes de aquellos imborrables tiempos.

Esta relación en formato de "via crucis" intelectual, y considerándonos indígenas del lugar, somos proclamadores de que nuestro querido pueblo era más entrañable hacia los años 40 que en la actualidad. Quizás recordándolo desde nuestra juventud y la filosofía naturalista que se nos pega en la vejez.

Las Aguas conserva una treintena de casas de estilo canario construidas a finales del XVI, pero nos resulta paradójico que el 80% de ellas estén cerca del mar en época de piratería; se ve que los lugareños eran aguerridos y que estaban preparados para su defensa. De todos modos, y valorando la hipotética invasión de holandeses e ingleses, hoy nos hubiese servido de maravilla que sus moradores fuesen bilingües. Cabe comentar en este párrafo la histórica leyenda contada por nuestros tatarabuelos y estos, de que aquí, en Las Aguas, y por varias temporadas, vivió el mítico Cabeza de Perro, conociendo los lugareños el supuesto hogar donde descansaba el pirata, personaje conocido de oídas en toda Canarias.

El núcleo de Las Aguas, aparte de su riqueza marinera, posee una bonita ermita que fue construida no hace mucho en el mismo lugar donde estaba la antigua capilla, recordada esta por los mayores del barrio con entrañable cariño, donde se venera la cruz, símbolo religioso de todos los lugareños. También, perdón, San Pedro. Dispone el barrio de una amplia plaza, precisamente junto a la ermita, a la cual se la recuerda por un acto acontecido por los tiempos de Maricastaña, que consistió en un episodio entre dos primos: uno colocó en un lugar visible de la plaza la placa que supuestamente el ayuntamiento ramblero le concedió por algún mérito para que el conjunto patrimonial del barrio llevase su nombre, pero ocurrió que el otro, que se llevaba muy bien, agarró, y a media noche (tiempos de antorcha de tea) la lanzó al cercano mar, donde la paz reina hasta el momento.

Nos queda por citar un rosario de rincones que durante tantos años visité con un rancho de amigos adolescentes que, desgraciadamente, a día de hoy solo existen dos y uno vive en Venezuela. Les recuerdo, amigos, al igual que a todos los demás. Topónimos sagüeros: El Embarcadero, La Furnia, El Cantito, El Callejón, El Sauzo, La Limera, La Madre del Agua, La Higuerita, La Destila, El Puntón (donde existió muy cerca un molino de viento, seguramente para moler cereales hasta 1880), El Agujero y La Manguita. Pero el último, aparte de la playa, es el Roque, orgullo y estandarte de todos los sagüeros.

Les recordamos a las autoridades de la localidad que se dejen de monsergas en destruir nuestra playa e invertir dinero del erario. Quiten cuatro piedras, no más de cuatro, entre la orilla de la playa y la del mar y eviten en lo posible destrozar ningún trozo de las piedras marineras que están debajo de la avenida, así como no romper nada de las orillas del Camino Real. De la piscina municipal hagan lo que les parezca. ¡Para el beneficio económico que le da a la localidad!...

Ya estamos en San Juan. Hemos entrado por el lugar conocido por El Cubo; la otra, viniendo de Icod, se denomina La Cabaña. Por la primera andando ya comenzamos a percibir las bonitas y cuidadas casa de nuestro patrimonio, y acercándonos a la primera y más antigua plaza del pueblo observaremos la impresionante vaguada formada a través de milenios y a la que consideramos la más grande de nuestra isla y llamada con cariño "La Caldereta", a la cual nos acercamos muy a menudo los sanjuaneros no solo a contemplar su inmensidad, sino también con el fin de ver la variedad de flora y fauna de su entorno, algunas consideradas únicas en Canarias.

A cien metros llegamos al conjunto del casco, donde podemos apreciar su iglesia. En sus aledaños podemos contemplar medio centenar de casonas coloniales, por las que todo sanjuanero se siente arropado y que diariamente caminan en su entorno atraídos como una especie de hipnosis que al sucumbir ante tanta belleza pareciera que van a rendir poéticamente pleitesía al entorno ideal de su pueblo.

Aquí no queda la cosa; estaremos con exigencia en recorrer el itinerario del casco para no solo valorar nuestro patrimonio, sino comprobar "in situ" cómo viejas casonas están a punto de caer en ruina por culpa de sus herederos, que se marcharon del pueblo como huidizos personajes sin razones para intentar convencernos, y pedirles a su vez que si no quieren regresar autoricen a algunos de sus familiares con amplios poderes notariales para poderlas restaurar y para que tomen nota de que jamás permitiremos el derrumbe de esas emblemáticas joyas de casonas, que algunas llevan un siglo sin abrir sus puertas y ventanas, y que, de recuperarlas por el desuso que hacen de ellas, pasarían a pertenecer al patrimonio local, que por antigüedad deben ser rescatadas para el mayor embellecimiento arquitectónico de nuestro querido San Juan.

Dejando que el tiempo haga desaparecer la rabieta que, con razones, todos hemos padecido sobre el tema, seguiremos andando por nuestras calles, donde siempre se ven preciosas casas de estilo canario de la época y admirar las capillas, ermitas y amplias plazas por todo el entorno del pueblo. Para visitar San Juan en plan turístico y enardecerse en contemplar sus ancestrales calles y monumentos de nuestro acervo, aparte de sus variados eventos culturales, lo ideal es un domingo sobre las once de la mañana, a semejanza de otros pueblos pequeños del país canario.

No nos podemos despedir sin contemplar los rincones más cercanos al pueblo, como son los Roques, Poncio, la Cueva del Guanche, la calle del Pazo, El Calvario, Los Chorros y la Alhóndiga, terminando esta larguísima ruta en el Charco de la Laja, rinconcito entrañable para el baño de mar, que nos donó una vez más la naturaleza y que está tan cerca del majestuoso Marrero. Quién sabe si se dará el flechazo de la unión de dos pueblos gemelos que históricamente han sido libres, pero que quizás los atarán por prescripciones de futuras normas o leyes de obligado cumplimiento, desconociéndose si serán legisladas desde la metrópoli o el gobierno regional, por lo que de momento somos dueños de nuestra libertad a nivel local y seguir soñando despiertos, fantasías beneficiosas para nuestras localidades, que son La Guancha y San Juan de la Rambla.

Alucinaríamos presenciando en una hipotética era una reunión de doce sabios, seis de cada localidad, imitando a los antiguos sanedrines, para dilucidar los pros y los contras de esta utópica pero a la vez beneficiosa proposición que de resultar positiva, que el Sol, la Luna y las estrellas nos iluminen de sentimientos de hermandad y que nuestros corazones (más aquellos venideros en los tiempos) disfruten de todo el potencial humano, patrimonial y de las bellezas de la naturaleza de nuestros dos pueblos, que de manera ecuánime creemos haberlo expuesto, además de estar arropados por el embrujo del Teide, del Atlántico y del conjunto del país canario, que con nuestro trabajo y con la ayuda de la bienaventuranza también poder vivir dignamente en estas Islas que llevan el emblemático nombre de Afortunadas.