Trece días después de que la Justicia y la Guardia Civil les desalojaran de la que había sido su casa durante 26 años, los ancianos Antonio Méndez y Berta Ferreiro han iniciado una nueva vida en el número 100 de la calle Ismael Domínguez, en Tacoronte, pared con pared con su antigua casa.

Vecinos y amigos han trabajado durante días para acondicionar la pequeña vivienda anexa al 102, que no está afectada por el procedimiento judicial que otorgó la propiedad de su antigua casa a su vecino Urbano Hernández.

Decenas de personas, y varias empresas, han colaborado para acondicionar la nueva casa de Antonio y Berta, que ayer, tras pasar su primera noche en el número 100, no paraban de recibir visitas de vecinos y amigos.

Antonio reconoce que casi no pudo dormir en su primera noche en el nuevo hogar: "Me cuesta conciliar el sueño, me despierto mucho y seguimos a base de pastillas". Pero a pesar de que aún sufren las consecuencias de la tensión vivida, agradecen las muestras de cariño y vuelven a sonreír. En la noche del jueves, cuando se mudaron al 100, decenas de personas acudieron a recibirlos.

Su situación contrasta con la de Urbano Hernández, que ha sufrido ataques y pintadas en la fachada de su vivienda, en el 104, y apenas puede salir a la calle.

Antonio asegura que aún no se ha encontrado con el vecino que se convirtió en propietario de su vivienda: "No lo he visto y no quisiera verlo".

A Berta le cuesta hacerse a la idea de que no puede volver a su casa. También le costará deshacerse de todos los muebles y enseres que ya no caben en su nuevo hogar, una casita terrera de una planta.

Poco a poco, Antonio y Berta asumen que comienza una nueva etapa en sus vidas, aunque varios abogados han contactado con ellos para continuar la batalla judicial por su casa, a la que no piensan renunciar definitivamente.

Este matrimonio de septuagenarios aún tiene que continuar acondicionando su vivienda. Les van a cambiar la puerta principal, que está bastante deteriorada; hay que reparar el patio, y esperan que Movistar les instale un teléfono fijo, "pero nos han dicho que van a tardar más de un mes y eso nos tiene aquí bastante incomunicados", lamenta Antonio, que no para de recibir visitas y abrazos.