Hay celebraciones que por más que se repitan, que sean cíclicas, que no presenten diferencias notables entre sus diferentes ediciones, son especiales. Por eso son tradición, y también ahí reside su singularidad. El baño de las cabras en el muelle pesquero del Puerto de la Cruz es una de esas costumbres. Ayer, como cada 24 de junio, día de San Juan, estos animales volvieron a remojarse en el mar portuense y a concitar la atención de turistas, vecinos y visitantes de distintos municipios.

Todas las miradas se centraron en varios centenares de cabras que, conducidas por sus dueños, fueron bañadas para cumplir con un rito ancestral, asociado, según cuentan los expetos, a la fecundidad y al que también se sumaban antiguamente otras especies, como vacas y caballos.

Durante años, la tradición estuvo perdida, hasta que la recuperó el Colectivo Cultural Valle de Taoro, y después la siguió Chucho Dorta. Tras su fallecimiento en 2002 la mantiene la Asociación Cultural Amigos del Baño de las Cabras en el Mar, que llevó al Pleno portuense la petición de que la cita consiga la categoría de Bien de Interés Cultural (BIC).