Nadie sabe a ciencia cierta si la llamada Cueva de Bencomo, en Santa Úrsula, fue en algún momento hogar del mencey de Taoro, pero hay algo que no admite discusión: este conjunto de cuevas ubicadas en el límite entre Santa Úrsula y La Orotava fue declarado por el Gobierno de Canarias como Bien de Interés Cultural (BIC) con la categoría de Monumento Histórico en marzo de 1986. Más de 30 años después de aquella decisión, ninguna administración pública canaria ha velado nunca por su conservación. Su único uso durante décadas ha sido el de corral para cabras y estercolero, por lo que la presunta cueva de un mencey lo único que atesora en la actualidad son excrementos y vallas rotas.

Ahora parece que se ha mudado el rebaño de cabras que residía de forma permanente en este yacimiento arqueológico, ante la inexplicable pasividad de las administraciones competentes. Como recuerdo quedan montañas de excrementos en los suelos de las cuevas y restos de corrales que nadie retira.

Pese a este abandono histórico, la página web del Ayuntamiento de Santa Úrsula (www.santaursula.es) sigue destacando su valor como yacimiento arqueológico: "La Cueva del Rey o Cueva de Bencomo, localizada a orillas del barranco del Pinito, consta de tres alojamientos, uno de ellos formado por dos salas ampliamente abiertas al exterior, de unos tres metros de profundidad y 2,5 metros de alto ambas, por seis y ocho metros de anchura respectivamente, comunicándose interiormente por un estrecho pasadizo".

Después de tantos años de desidia, solo algunos colectivos de defensores de la cultura guanche han intentado intervenir para salvar este BIC. El último intento organizado para tratar de recuperarlo se produjo entre septiembre y octubre de 2014. Entonces el Servicio Administrativo de Cultura y Patrimonio Histórico del Cabildo de Tenerife rechazó la petición del Centro de Estudios Imazhigen de Canarias (CEIC), que se ofreció para limpiar gratis el conjunto de cuevas y el entorno donde se cree que habitó el mencey Bencomo. En su respuesta, el departamento insular consideraba "absolutamente necesaria" la limpieza del BIC, pero denegaba la desinteresada petición del CEIC con el argumento de que al tratarse de "un yacimiento arqueológico, esta labor de limpieza debe ser dirigida por un arqueólogo acreditado y debidamente autorizado, tanto por el Cabildo como por el Gobierno de Canarias".

La respuesta del Cabildo insular, de octubre de 2014, subrayaba el riesgo de que "durante las labores de limpieza puedan resultar afectados o alterados elementos arqueológicos de interés". Casi dos años después de aquella petición, y tres décadas después de la inútil declaración BIC, ninguna administración se ha preocupado aún por limpiar ni por estudiar este yacimiento arqueológico.

El propio Servicio de Patrimonio Histórico reconocía hace ya 20 meses que "el conjunto muestra un mal estado de conservación, debido al uso continuado de las cuevas como corrales, de tal manera que su interior se encuentra cubierto por un relleno de estiércol de considerable espesor, así como materiales diversos relacionados con el uso ganadero".

El CEIC solicitó sin éxito al Cabildo y al Ayuntamiento de Santa Úrsula que buscaran un lugar alternativo para reubicar las cabras de las cuevas y "dejar expedito el espacio de este monumento y espacio protegido, para que pueda ser visitado en un futuro próximo, con las debidas medidas de protección y conservación mediante vallado y señalización". Ahora que parece que las cabras se han marchado, sigue pendiente la limpieza y el estudio para despejar dudas.

Sonroja comparar a Tenerife con Gran Canaria -y otras islas como La Palma o El Hierro- en el cuidado de los yacimientos arqueológicos guanches. Y la Cueva de Bencomo es el principal monumento a esta desidia institucionalizada.