En contraste con su menor número de ediciones en comparación con otras celebraciones canarias, la embarcación de la Virgen del Carmen del Puerto de la Cruz volvió a evidenciar ayer el hondo fervor que sienten los cargadores de una imagen venerada como pocas. Una devoción que une en unas intensas horas a los pescadores locales, a múltiples portuenses e infinidad de vecinos del resto de la Isla. De nuevo, la jornada más esperada cada año en la ciudad turística atrajo a miles de personas desde primeras horas hasta que, en torno a las 19:45, San Telmo y esa a la que, entre lágrimas y orgullo, gritan "¡guapa, guapa y guapa!, salieron de la Peña de Francia camino de un muelle, una vez más, repleto en sus brazos, en su pequeña playa, en la zona de la Casa de La Aduana, edificios anexos, plaza del Charco y calles cercanas.

Las obras en la esquina de la peatonal Quintana obligaron a que las esperadas imágenes rodearan parte de la iglesia por la calle La Hoya, para regocijo de los vecinos de ese tramo, que, como otros muchos, transformaron su fervor en pétalos de variopintas flores. Ya en frente del consistorio, la Virgen se acercó aún más a uno de los edificios que más la agasajan antes de que, como es tradición desde hace años y muy cerca del enlace con la calle Pacheco, una parranda dejó sus mejores sones y voces ante la "Reina de los Mares".

Por supuesto, los cargadores y pescadores, la hermandad de San Telmo, los numerosas portuenses que hacen el paseo entre una y otra imagen y los asistentes en general ya habían regalado el amplio repertorio de canciones, coplas y vítores a la Virgen, al manto de su Santo predilecto y a la fiesta en general. También se sucedieron los ascensos de niños en brazos de sus padres para mirar de cerca a la Virgen o las muchas personas que simplemente quieren besar su manto. Ayer, hasta se elevó a una chica en una silla de ruedas justo por debajo del enlace de la calle Quintana, para explosión general después de que los cargadores le enseñaran a su diosa el Atlántico desde San Telmo.

Por razones de seguridad, y al acercarse ya al muelle, el recorrido siguió por Santo Domingo sin desviarse por el estrecho tramo de La Marina, lo que enfadó a algunos que querían cruzar, pero se topaban con un cordón de la Policía Nacional, bien reforzada ayer por el resto de cuerpos y por numerosos miembros de Protección Civil.

En torno a las 20:30, comenzaron los ya clásicos sones por sevillanas, a los que siguió el "Ave María" de un Chago Melián luciendo traje negro y chaqueta blanca en la azotea del Cayaya. Un cuarto de hora después llegó el gran momento y retumbó el clásico "No pasa nada, la Virgen está embarcada", mientras los muchos bañistas zarandeaban el Atlántico para convertir los pétalos en caricias blancas, refrescantes y saladas.

Tras pasar por donde se colocan los políticos (a la cita acudieron, entre otros, el presidente y vicepresidente insular, el consejero de Justicia (portuense) y varios alcaldes del Norte, la embarcación se consumó hasta el regreso de la Virgen, su sentida procesión nocturna y su vuelta a la iglesia. Mientras, y como durante gran parte del día, el entorno del muelle, los muchos bares y restaurantes, la plaza de Europa y otros puntos intensificaron la fiesta sin grandes incidentes ni guerras de agua, al menos que trascendieran a EL DÍA.

"¡No pasa nada, la Virgen está embarcada!"

El momento más esperado llegó sobre las 20:40 horas de ayer, cuando los cargadores introdujeron a la Virgen del Carmen en la playita del muelle y, con gran esfuerzo, la embarcaron en la "Nueva San Ramón". Con la imagen a salvo, volvió a resonar el grito de "¡no pasa nada, la Virgen está embarcada!".

Pesca y folclore en el muelle

Durante la mañana se celebraron en el muelle el concurso infantil de pesca (foto), organizado por el Colectivo de Cargadores de la Virgen del Carmen y el consistorio, y otros torneos de baraja y dominó. Los asistentes disfrutaron también de música folclórica en directo.