Don Bosco fue un sacerdote italiano que en el siglo XIX dedicó su vida a trabajar por la educación y formación de los niños y jóvenes desfavorecidos. El fundador de la orden salesiana, santo y patrón de la Formación Profesional murió en 1888, pero aún hoy cambia vidas en el Norte de Tenerife. La Fundación Proyecto Don Bosco, que tiene su sede en el colegio salesiano San Isidro de La Orotava, realiza desde hace años un intenso trabajo con niños y jóvenes, a los que ofrece un presente y un futuro mejores. En 2016 atendió a más de 450 niños y jóvenes, y logró más de 80 inserciones laborales. Pero más allá de los números hay historias humanas y reales que ayudan a entender mejor la labor de estos guardianes del legado social de San Juan Bosco.

La fundación tiene un programa de inserción sociolaboral que en 2016 atendió a 288 personas, de las que 113 realizaron un itinerario personalizado, 81 finalizaron un proceso formativo de más de 40 horas y 52 recibieron más de 100 horas de formación para trabajar. Formación que Don Bosco planifica de forma coordinada con casi 60 empresas, a las que sólo pregunta qué necesitan.

María es el nombre ficticio de una joven orotavense de 23 años de edad, sin estudios ni trabajo, madre de una niña de tres años, que vivía en la casa de la familia de su pareja. Los Servicios Sociales la remitieron a Proyecto Don Bosco y allí inició un proceso formativo como camarera de piso, que se complementó con inglés y alemán turístico, a la medida de las necesidades de hoteles del Puerto de la Cruz.

Para que María pudiera asistir a la formación, Don Bosco buscó un centro infantil en el que pudieran atender a su hija esas horas. Ahora, María trabaja en un hotel y le han dicho que le renuevan el contrato seis meses más. Además, estudia para sacar el título de la ESO. Su vida ha cambiado.

Proyecto Don Bosco gestiona un piso para jóvenes mayores de edad que están solos y viven en la calle. Les da un hogar y se preocupa por su formación e integración. En 2016 alojó a seis jóvenes en ese "piso de autonomía" y cuatro de ellos han encontrado trabajo.

Mohamed no es su nombre real, pero es saharaui. Ahora tiene 25 años, pero llegó a Canarias en patera cuando aún era un niño. Vivía en un centro de menores, pero al cumplir 18 años se quedó en la calle. Un día tuvo una pelea y la justicia juvenil le impuso la libertad vigilada. Todo se había torcido. Estaba en la calle y con problemas judiciales cuando llegó a vivir al piso de Don Bosco. Se formó como camarero y realizó prácticas no laborales. Ahora trabaja como camarero y tiene contrato indefinido. Su vida es otra.

Esta fundación atiende a 162 niños en situación de vulnerabilidad en sus servicios de día, y gestiona hogares de acogida.

El protagonista de la tercera historia real podría llamarse Pablo. Es un tinerfeño de 5 años de edad. Cuando llegó al servicio de día, con 4 años, no hablaba con nadie. Tampoco articulaba palabra en el colegio. Su madre fue víctima de violencia de género y la justicia tuvo que actuar para que el padre dejara el domicilio. Tres meses después de llegar al servicio, Miguel sonrió por primera vez. Hace muy poco, celebró su quinto cumpleaños. Está integrado y participa como un niño más. Ha recuperado la palabra y la sonrisa. Su vida también ha cambiado.

Iniciativas como las escuelas de segunda oportunidad

La Fundación Proyecto Don Bosco ha comprobado la efectividad del abordaje integral de los problemas sociales. Trabaja a diario con casos reales (como los citados) que requieren una respuesta global y un seguimiento. El director en Canarias de la Fundación Proyecto Don Bosco, Miguel Ángel Rojas (a la izquierda de la foto, junto a Cande Rodríguez y Antonio Expósito) tiene claro que el sistema público de atención social necesita "un cambio de modelo"; que la respuesta está en sistemas que sí ofrecen un abordaje integral de los problemas, "como el educativo o el sanitario", y que el futuro, y el éxito, pasan por poner en marcha iniciativas como las escuelas de segunda oportunidad.

Este modelo, más colaborativo y planteado para obtener resultados también a largo plazo, protagonizará en abril un congreso nacional de entidades y profesionales que se han sumado a este "gran salto", según Rojas.

Las Escuelas de Segunda Oportunidad (E2O) facilitan a jóvenes de 15 a 29 años, sin empleo ni formación, un modelo pedagógico original basado en una formación innovadora a través de itinerarios personalizados, un refuerzo en competencias básicas y laborales, experiencias prácticas en vinculación con el mundo empresarial, y un apoyo a todas sus necesidades sociales.

Se trata de que una chica sin formación ni experiencia laboral llegue a este recurso y sea capaz de atender, de forma integral, toda su problemática. Porque no basta con ofrecer un curso formativo si se trata de una víctima de violencia de género, sin hogar y con hijos a cargo. En la actualidad, todos esos recursos están separados y el futuro pasa, a juicio de Rojas, por dar una respuesta integral y coordinada, capaz de cambiar el rumbo de esas vidas.

La Fundación Proyecto Don Bosco ya trabaja para empezar a implantar este modelo de escuelas de segunda oportunidad en el Valle de La Orotava y el área metropolitana. "En esas dos zonas tenemos más recursos propios, lo que facilitará el comienzo del trabajo", explica Rojas.