Los Realejos celebró ayer su día de Cruces y Fuegos, una fiesta de gran arraigo popular que financian, euro a euro, los vecinos. Los realejeros enramaron más de 300 cruces y, al caer la noche, durante la procesión de la cruz, los hombres y las mujeres de las calles El Sol y El Medio hicieron posible -y pagaron de su bolsillo- una de las mayores exhibiciones pirotécnicas de Europa. Casi dos horas de luz, color, ruido y pólvora que son una gran ofrenda de fuego a la cruz.

Este es un pique ancestral, y sano, entre vecinos. Antaño se hablaba de marqueses y medianeros, pero las diferencias se han diluido en una fiesta que ahora solo entiende de fe, sentimientos y tradición.

Mencía Quintero, de la Asociación Cultural Calle de El Medio, destaca que la fiesta es "una herencia de nuestros antepasados que seguimos manteniendo como antes hicieron nuestros padres y abuelos". Jacob Expósito, de la calle El Sol, subraya que los fuegos artificiales forman parte de la procesión, "aunque mucha gente de fuera no lo sabe". La cruz recibió el homenaje de ambas calles con la forma de los fuegos artificiales elaborados por las pirotecnias Hermanos Toste, de Los Realejos, y Hermanos Caballer, de Valencia. La cantidad invertida es, por tradición, el secreto mejor guardado.

El día de Cruces y Fuegos vivió uno de sus momentos más emotivos cuando los vecinos de ambas calles se intercambiaron la cruz en la raya que los une en La Pila.

Al cierre de la edición, la noche de los fuegos transcurría sin incidentes que destacar. Hoy en Los Realejos ya piensan en el 3 de mayo de 2018 y en empezar a recaudar "la perra de la cruz" para volver a iluminar el cielo del Valle.