Si el foco sobre las termitas invasoras, las temidas reticulitermes flavipes, se concentra en una vivienda y una parcela concretas, la plaga da aún más miedo. El Día visito ayer la casa donde viven Ana Valladares y Juan Jesús Dorta, en la calle Tagoro, en la zona baja de Tacoronte. Desde finales de 2018 se enfrentan a un insecto que vive bajo tierra, pero es capaz de atravesar suelos, muros de bloques y paredes alicatadas; de comerse los muebles y las guías de las puertas desde el interior de los muros, y, al aire libre, devora las viñas vivas, las palmeras o los arbusto de flor de pascua, de la raíz a las ramas más altas. Estos vecinos viven atemorizados por unos insectos originarios de Estados Unidos que fueron introducidos en la Isla entre 2007 y 2008, según expertos consultados por el Ayuntamiento de Tacoronte, y lanzan un mensaje de auxilio y una advertencia: "Hay que pararlas ya o toda la Isla estará en peligro".

A finales del año pasado, un vecinos les avisó de que tenía termitas en su casa y que erradicarlas le había costado 3.000 euros. Juan Jesús y su padre comprobaron su vivienda y se dieron cuenta de que las guías de las puertas estaban cambiando de color. Al tocarlas, sus dedos se hundieron en algunos trozos. De la madera apenas quedaba una capa fina como el papel. "Cuando descubres que están en tu casa, ya es tarde", lamentan.

Las termitas invasoras habían entrado en su casa a través del terreno anexo. Lo hicieron por el garaje, donde aún pueden verse los túneles verticales que fabricaron, con una mezcla de tierra, saliva y excrementos, para protegerse de la luz y acceder al interior de los muros de bloques de la vivienda. Desde dentro de las paredes, empezaron a devorar las guías de las puertas y los tapajuntas. Y de ahí pasaron a los muebles.

La familia de Juan Jesús Dorta vive ahora obsesionada con las termitas: duermen con la luz encendida, con las puertas cerradas y toallas mojadas para que no puedan pasar de una habitación a otra. Utilizan la lejía para matarlas y evitar que campen a sus anchas por la casa, pero son conscientes de que con esas armas, la guerra la tienen perdida.

Entre diciembre y enero, la pesadilla salió de las paredes: "En tres ocasiones se nos llenó el pasillo con termitas aladas, las que salen al exterior para seguir extendiendo la red de termiteros. Eran miles en la casa. Y esto se está dejando así en muchos lugares al aire libre, donde las termitas vuelan, se dejan llevar por el viento y van llegando cada vez más lejos", avisa Dorta.

Pidieron presupuesto a una empresa especializada, pero el coste de la actuación oscilaría entre 4.500 y 6.000 euros, una cantidad que no garantiza el éxito: "Quizás las podríamos erradicar en mi casa con ese dinero, pero de nada serviría si siguen criándose en la parcela del vecino".

Reconocen que les falta mucha información y que en esta plaga solo ha funcionado el boca a boca: "La gente tiene que saber cómo actuar, qué hacer con los muebles afectados... Nosotros los hemos quemado, pero si otro vecino tira los muebles a la basura, que va al PIRS de Arico, ¿no estaremos llevando la plaga al Sur?".

El biólogo David Hernández ha visitado su casa y les ha ofrecido ayuda, pero aún no han recibido ningún portacebos para tratar de controlar la plaga que afecta a su vivienda y los terrenos anexos.

"Hemos comprobado, alarmados, que las termitas se están comiendo las viñas vivas en nuestro terreno. Las están matando y eso se supone que no debería suceder. Si esto se expande, igual podría acabar con las viñas en Tacoronte y en el resto de la Isla. ¿Y si llega al monte? Si no se toman medidas, esto puede ser un desastre incalculable", insiste Dorta.

Junto a su casa, en una parcela cercana, las termitas están devorando grandes arbustos de flor de pascua. Las plantas siguen vivas y florecen, pero los daños de las termitas son visibles desde el tronco hasta las ramas más altas. Al partir una rama, quedan al descubierto cientos de estos voraces insectos.

El Ayuntamiento de Tacoronte se ha comprometido a repartir 200.000 euros para ayudar a los afectados a erradicar la plaga, pero estos vecinos insisten en que el problema debe abordarse de forma integral e inmediata: "No podemos actuar en un terreno y al lado no".

Pese a que las termitas llevan varios años causando estragos en algunas viviendas, cuesta encontrar a afectados dispuestos a abrir sus casas para contar su experiencia. "Hay vecinos que incluso tratan de ocultar el problema", lamenta Dorta. En el bar más cercano, nadie esconde la preocupación que genera la plaga de termitas. Hay miedo a que siga extendiéndose y afecte a más viviendas y cultivos. La gente prefiere no dar la cara en público, pero reclama una actuación decidida para acabar con un problema que crece bajo tierra.

Juan Jesús Dorta considera, por su traumática experiencia personal, que esta plaga no puede abordarse como un problema privado ni como un asunto municipal: "¿De qué vale que yo le pague 6.000 euros a una empresa de erradicación de plagas para acabar con las termitas de mi casa y de mi parcela, si luego resulta que hay termiteros en el subsuelo del solar de al lado o bajo la casa del vecino? Si no se actúa de una forma global e inmediata, no vamos a poder pararlas".

Tampoco entienden las termitas invasoras de límites municipales y, de hecho, el origen de la plaga y algunas de las parcelas más afectadas se sitúan muy cerca de la frontera con San Cristóbal de La Laguna, a la altura de Valle Guerra.

Vea en su móvil un vídeo de las termitas devorando un arbusto de flor de pascua en Tacoronte.