Hace unos días, al ir a hacer una extracción de mi cuenta corriente para pagar la onerosa factura del dentista para un familiar, me sorprendieron con una espera inesperada para recibir la cuantía demandada. Dinero que proviene exclusivamente de mis ahorros y que, por tanto, no necesita de ningún tipo de solicitud de crédito previo. "Son nuevas normas de control, me dijeron, ya que para evitar un pago indebido o cualquier intento de evasión de capital -¡toma, ya!- tiene que esperar por la autorización previa de la central". Pese a mi irritación por la pérdida de tiempo para cobrar un dinero que es mío, no tuve más remedio que apechugar con los nuevos requisitos establecidos, que justificaron diciéndome que esta demora en la transacción era para proteger mis intereses. ¿Desde cuándo, pregunto yo, se preocupa un banco por la liquidez de sus clientes? Evidentemente nunca.

Viene a cuento esta inesperada nueva norma, para valorar todo el caudal de presuntas corrupciones que sacuden ahora al partido gobernante del país, encabezado por un presidente que da ambiguas respuestas a las preguntas cruciales con la frase: "Exceptuando en algunos casos". Tal vez para dejar una puerta abierta en el supuesto de que no se puedan lavar enteramente tales irregularidades. Nadie ignora que la política, cuando se toma como un medio vitalicio para captar recursos económicos, y aún enriquecerse como en muchos casos, es un mal endémico que abarca a la inmensa mayoría de los partidos, conformados en principio con ambiciones altruistas y puramente ideológicas. Mas, llevados un tiempo en el cargo manejando los hilos de las conexiones entre los círculos del poder económico y el político, los entonces honrados servidores de lo público -dicho siempre con las excepciones de rigor- se dan cuenta del filón potencial que tienen entre sus manos e irremediablemente sucumben a él por la vía de la prevaricación, los sobornos o la malversación encubierta de fondos públicos. Actitudes que encuentran todo un dechado de comprensión de parte de las entidades crediticias, si alguien no las avienta antes por rencor, represalia o rivalidad política, poniendo en un brete el llamado secreto bancario, donde se desvela el enigma de la doble contabilidad o las hojas de ruta para la evasión de capitales.

Ante los actuales sucesos -que ahora de forma transitoria corresponden al Partido Popular, para gozo del maquiavélico e impresentable jefe de la oposición, que pulsa con sus encendidas palabras el ventilador de los excrementos ajenos olvidándose de los propios- solo nos queda el derecho de expresar nuestra más contundente repulsa y el deseo de que los maniatados poderes judiciales, por la correspondencia con los partidos que los nombran, se afanen en clarificar estos hechos que hacen tambalear aún más los cimientos del Estado, y que nos coloca al pie de los caballos ante la opinión europea y hasta mundial, si se tiene en cuenta la repercusión que estas miserias tienen en la interrelación económica.

Viendo el ejemplo reciente del nuevo control de la banca para con sus clientes modélicos, no sabemos si por orden del Fisco selectivo o por propio interés para no perder activos, rezuman de inmediato los agravios comparativos respecto de una clase dirigente, tanto económica como política, que campa a sus anchas mientras el resto de la ciudadanía, que es mayoría, padece los inconvenientes de la sequía crediticia, los desahucios hipotecarios, los incrementos tributarios, los recortes salariales y hasta los despidos laborales. Y no hablaremos aquí de los recortes sociales, educativos o sanitarios, porque entonces sí que el estallido social se iba a escuchar hasta en las antípodas, pese a que, en nuestro caso, seamos un conjunto de islas separadas de un continente a las que injustamente le llegan algunas migajas con cuentagotas. Partidas que no compensan el caudal de capital con que contribuyen, y que nos coloca en el penúltimo lugar de este país que nos gobierna desde hace seis siglos. Ahora mismo, el itinerario de escándalos nos lleva a censurar a un partido de la derecha y a muchos de sus acomodaticios representantes. Mañana, cuanto surja el cambio por caída libre, muy probablemente tendrá personalismo de izquierda y sus cien años de honradez. ¿ay quien dé más?