No es la primera vez que escribo sobre el fallecido mandatario venezolano. En la época en la que yo era columnista del desaparecido periódico La Gaceta de Canarias, publiqué una serie de tres artículos con el título monográfico de "Hugo Chávez, el nuevo libertador", que me costó más de un disgusto, dadas las reacciones de algunos sectores antichavistas afincados en Tenerife, que me vieron como un enemigo. Lo de siempre: insultar y descalificar, en lugar de rebatir o refutar; y lo que es más fácil y cómodo: ¡¡matar al mensajero!! No obstante, para un estudioso de las relaciones internacionales es obligado referirse a la muerte de Hugo Chávez, no por esperada menos traumátiva para sus seguidores; y que ha supuesto una verdadera conmoción no solo en Venezuela sino en toda Latinoamérica y países del mundo afines a las tesis chavistas antiimperialistas. Y por esas cosas del destino, Chávez ha dejado de existir el mismo día que Stalín; y según el diario español ABC habría muerto en La Habana y no en Caracas, lo que ha sido desmentido por el gobierno cubano.

Lo cierto es que Hugo Chávez Frías murió a los 58 años abrazado a la cruz -era muy religioso- dejando a un país dividido en dos (chavistas y detractores); con una oposición fragmentada, pese a los esfuerzos de Capriles, gobernador del Estado Miranda, y con una verdadera lucha por el poder latente entre las dos personas más indicadas -según los analistas- para sustituirle: el vicepresidente Nicolás Maduro, el preferido por el régimen castrista, que anunció la muerte de su líder a la nación, y que no cuenta con las simpatías del Ejercito; y Diosdado Cabello, un nacionalista venezolano, presidente de la Asamblea Nacional, que sí cuenta con el apoyo de las FFAA y se perfila como el presidente en funciones, que deberá convocar elecciones en el plazo de un mes, según establece la Constitución Bolivariana.

Pero la pregunta que todo el mundo se hace ahora es cómo reaccionarán Washington, y qué Venezuela deja Hugo Chavez.

En primer lugar, hay que dejar constancia de que América Latina ha sido siempre el "patio trasero" de EEUU. Recuérdese la beligerancia y animadversión entre Chávez y George Bush, a la que no es ajena Obama, pese a que Estados Unidos es el mayor socio comercial de Venezuela, que a su vez es el tercer proveedor de petróleo a USA. Y en segundo lugar, la nación venezolana está inmersa en una crisis económica producida por una reciente devaluación de su divisa, que ha repercutido negativamente en las clases más desfavorecidas.

Pero Hugo Chávez, que ha estado 14 años presidiendo la República Bolivariana de Venezuela, y a pesar de la persistente inseguridad que asola el país y de una economía muy dependiente del petróleo (Venezuela no ha seguido nunca los sabios consejos de Uslar Pietri, uno de los intelectuales venezolanos más importantes del siglo XX), los programas sociales y nacionalizaciones implementados por sus Gobiernos han producido cambios profundos en Venezuela. El presidente disfrutaba de un apoyo popular intacto tras catorce años de poder, que fue revalidado en las elecciones del pasado 7 de octubre. La gran incognita que se plantea en estos momentos es si la muerte de Chávez detendrá la dinámica que él había impulsado, aparte de que se impone una reconciliación nacional.

Por otro lado, queda por ver si el candidato de la oposición, Henrique Capriles, que se presentó en los últimos comicios -y en los anteriores- como un renovador sin prejuicios ideológicos , como militante del partido conservador Primero Justicia (PJ), que defiende los intereses de los inversores privados y considera con desconfianza cualquier intervención del Estado en la economía, es capaz de aglutinar y liderar a la oposición venezolana, perdida en sus propias contradicciones e intereses. Ello, después de que la oposición se haya calmado tras su golpe de Estado fallido de 2002, y de su decisión tomada por despecho en aquel momento de boicotear las elecciones nacionales. En la actualidad, sus dirigentes participan en el proceso electoral y manifiestan su ferviente apoyo a la Constitución de 1999, adoptada con una aplastante mayoría de votos, y que ellos habían rechazado en aquel momento.

Por último, deseo lo mejor para el pueblo hermano de Venezuela, país donde tantos canarios han escrito páginas gloriosas de su historia, y han contribuido a su desarrollo.

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