A Miguel Ángel Rodríguez le gusta cocinar, cuidar de sus perros, ver la lucha canaria, hacer esculturas, salir de fiesta... Nada raro en un hombre tan vital como él, quien preside, además, una de las asociaciones para discapacitados de la Isla, Afilpa. Sin embargo, Miguel Ángel no puede presentar una instancia en el ayuntamiento capitalino, ni tampoco visitar una galería de arte. Y mucho menos ir solo de compras. Para cualquiera de estas actividades necesita la ayuda de otra persona ya que, en Santa Cruz de La Palma, los accesos para discapacitados no son demasiado comunes.

Los principales edificios que albergan a las instituciones, con un gran valor histórico y patrimonial, están llenos de barreras arquitectónicas. Sin embargo, parece contradictorio que el acceso a estos puntos tan importantes y atractivos para la Isla quede restringido solamente a aquellas personas que pueden utilizar una escalera.

Sólo hace falta acompañar a Miguel Ángel o a cualquier otra persona con discapacidad y darse un paseo por la capital para ver cómo, en la sala O''Daly de la calle principal, por ejemplo, es imposible acceder al interior con una silla de ruedas, pues un pequeño pero insalvable escalón lo impide. Tampoco se puede entrar, siguiendo la misma vía, al Palacio Salazar, que habitualmente alberga también exposiciones y muestras de interés cultural.

En los comercios privados, tiendas, bancos, farmacias y demás negocios, la misma situación se repite. Las escaleras se convierten en un pesadilla de la que no resulta fácil librarse. "Somos compradores de escaparate", bromea Rodríguez.

En algunos puntos concretos sí se han colocado rampas de acceso, aunque no terminan de ser "buenas amigas". Como a veces ocurre, traicionan. En el Cabildo insular, por ejemplo, un salvaescaleras permite internarse en el inmueble por la puerta trasera, que permanece con frecuencia cerrada y obliga a los minusválidos a rodear el edificio para avisar al guardia de seguridad de que necesitan entrar. Aparte de este "protocolo", Miguel Ángel señala cómo el estacionamiento que se ha habilitado para personas con discapacidad frente a la máxima institución palmera está ocupado por un coche sin el permiso requerido.

Desde Afilpa reclaman "la autonomía que merecemos", dice Rodríguez al posicionarse ante la sede de Correos donde, de nuevo, unas escaleras le obligan a pedir ayuda para enviar o recoger un paquete. "Ni siquiera podría ir solo a renovar mi DNI a la Policía Nacional, ni acudir al centro de salud capitalino", comenta.

En el ayuntamiento se han dado cuenta del problema y han pedido una subvención para colocar un ascensor en la parte interior del edifico y así garantizar el acceso a las tres plantas. Pero hasta llegar al interior, los peldaños que dan paso al atrio del edificio consistorial son pronunciados y tampoco hay instalada ninguna rampa.

El problema del transporte

Miguel Ángel Rodríguez se queja también de los impedimentos para desplazarse en transporte público por la Isla. Asegura que "sólo existen algunas guaguas que estén adaptadas y, las que lo están, pueden trasladar a un discapacitado como máximo".

Explica también que con el sistema instalado "se tardan unos 15 minutos hasta que podemos estar sentados", lo que retrasa la llegada al destino de todos los pasajeros. En este sentido, Rodríguez cree que se perjudica la imagen de las personas con minusvalía porque, dice, "es fácil encontrar un culpable cuando alguien tiene que llegar tarde a su trabajo porque un discapacitado quería tomar esa guagua".