Interrumpe por unos minutos su entrenamiento. Lleva una camisa rosada y pantalón corto negro. Tiene 10 años y en cada respuesta busca el apoyo de su madre que, sin desviar la mirada, sigue desde cerca toda la entrevista. Es tímida, pero más segura de lo que por su edad se pueda adivinar. Cristina Díaz Martín refleja la capacidad que tiene una menor para entremezclar las posibilidades físicas de su cuerpo con el desarrollo armonioso de su mente.

En apenas dos semanas, en un largo suspiro, esta niña palmera natural del barrio de La Sabina, en Villa de Mazo, que refugia las dudas de su niñez en la fortaleza de sus gestos, ha sido campeona de Canarias de ajedrez, categoría alevín, y, a la vez, subcampeona regional de benjamines de gimnasia rítmica. Dos deportes donde seguramente sólo hay una cosa en común: la exigencia de una concentración extrema.

La grabadora rompe la intimidad. La mira de reojo. No la pierde de vista. Cuesta que se relaje en aquella silla de madera en "tijeras" de las de siempre, de un pabellón cualquiera donde se fabrican campeones. Es activa: "Empecé con tres años en gimnasia y con cinco, creo, en ajedrez. Me gusta hacer las dos cosas y quiero seguir haciéndolas siempre". No le gusta renunciar a ninguna de sus dos actividades preferidas, a las que quiere por igual: "Me da tiempo de hacerlo todo y por la noche estudio. Me da igual hacer gimnasia que jugar al ajedrez". Además de ser una campeona, "consigue muy buenas notas; por ahora no se tiene que esforzar", apunta orgullosa su atenta madre.

Cuando se le pregunta por los torneos, por la presión de competir, Cristina muestra cara de sorpresa. En verdad, todo es un juego, aunque a veces "me pongo un poco nerviosa", asegura. Tiene sus preferencias, y en el ajedrez, frente al tablero, "prefiero jugar con blancas y llenar la iniciativa", mientras que en gimnasia rítmica, sobre el suelo de goma, el "aparato" que menos le gusta es "la cuerda; es lo más me cuesta hacer bien".

Poco a poco, con el transcurrir de los torneos, de los viajes, de las visitas a canchas ajenas, va conociendo las caras de sus rivales, a las que recuerda, se desprende en su semblante, como amigas por conocer. Es pequeña, pero no olvida. Con las palmas de las manos apoyadas en las rodillas, en un gesto para buscar sosiego, apunta que el torneo celebrado en Los Llanos de Aridane, en gimnasia rítmica, "ya sabía que la que ganó era buena", mientras que en las rondas finales de ajedrez, donde fue la mejor, "había otros dos participantes que eran de La Palma y que también saben jugar muy bien".

Detrás de su cuerpo menudo, ligero pero fortalecido, se esconde una niña modesta, para la que los triunfos simplemente son consecuencia del juego. No le costará perder. No esperaba "ser campeona ni subcampeona. Ha sido una sorpresa", dice, sin olvidar que las grandezas son compartidas: "Gustavo (ex campeón de Canarias del deporte ciencia) es mi entrenador en ajedrez, que practico en el colegio, cuando puedo; y Dulce (con cara de exigente y comprensiva) es mi entrenadora de gimnasia", que es donde invierte más tiempo.

Sus dos títulos fueron logrados en La Palma, en su tierra, aunque en verdad "me hubiera gustado más haberlos logrado en otra isla". Le gusta viajar. "Sí", dice. "Ya había jugado otro campeonato de Canarias (fue en 2008 en Gran Canaria) donde acabé cuarta", después de ser segunda en el torneo insular. Ahora, en junio, entre los días 18 y el 28, estará en dos campeonatos de España. Salir de uno, en Ponferrada, para meterse en otro. No irá pensando en ganar. Lo hará para disfrutar. Simplemente, para vivirlo.