El trabajo honra al ser humano. Y si es en el campo, lo dignifica. En cualquier rincón de La Palma en el que se recuerda la historia de la Isla existe un apartado especial para señalar la importancia social que el cultivo del plátano ha tenido en los últimos 100 años para forjar la idiosincrasia de sus habitantes en la actualidad y la particular forma de entender la vida de los palmeros. Ese concepto se ha plasmado en una interesante exposición de "Viejos útiles de la platanera", organizada por un colectivo de ciudadanos apasionados con su historia, denominado Grupo Etnográfico Baile Bueno, que dirige Juan Marcelino Rodríguez Ramírez.

La colección, que ha permanecido expuesta en la Sociedad Velia del barrio llanense de La Laguna durante varios días y que esta misma semana, con motivo del Día de Canarias, se traslada al centro de la ciudad, en una sala de la Casa de la Cultura, transporta al visitante a lo largo del siglo XX (La explotación del plátano, en régimen de monocultivo de exportación, comenzó a finales del siglo XIX) a través de unos 200 útiles o herramientas con los que los agricultores han trabajado las plataneras en el Valle de Aridane desde los comienzos del cultivo.

Cada objeto cuenta su particular historia de cómo un cultivo que llegó procedente de Guinea Ecuatorial, introducido por expedicionarios portugueses, se convirtió en uno de los pilares fundamentales de la economía palmera y canaria, gracias al esfuerzo y al sudor de miles de agricultores.

Embalaje.- En poco más de un siglo se han catalogado, al menos, tres maneras diferentes de embalar para exportar: en guacales de madera, especie de jaulón donde se depositaban las piñas protegidas por paja; mediante papel acolchado con pinillo de los montes de La Palma y cuñas de papel y pinocha que protegen las manos de plátanos del rozamiento hasta el puerto de destino; y el último y actual, el desmanillado de las piñas de plátanos y embalaje en cajas de cartón.

Plagas.- La lucha contra los parásitos y enfermedades tiene una amplia representación con antiguas bombas de cobre y sus correspondientes mangueras y surtidores, especialmente las máquinas de sulfatar cargadas a la espalda del agricultor. Además se observan los clásicos recipientes metálicos que contenían los productos autorizados hace años para combatir las plagas.

El "corte".- En esos lejanos tiempos, donde no había teléfonos, la tocata de un bucio en lo alto de una montaña avisaba a los cosecheros del "corte" y a los arrieros que tenían que preparar las "bestias" (ganado equino) con albarda y barandillas para acudir a recoger la fruta y llevarla a la casa exportadora. Un mástil con una bandera, sobre la sima de la montaña, marcaba el tamaño de las piñas a cortar. Si la bandera estaba en lo más alto debían ser de gran volumen.

Clasificación.- La exposición también ha recuperado un antiguo sistema de calificación por el tamaño de la piña. Consiste en un sencillo útil de madera con un palo vertical giratorio y unas varas horizontales y paralelas a distinta altura. La piña se colocaba paralela al palo vertical y según marcaba las varas horizontales se clasificaba en la casa exportadora.