Era el año 1859. José María Notel se "pudría" en una cárcel de Ceuta. En aquellas oscuras paredes del penal donde había dado con sus huesos acusado de asesinato, tras una vida de aventuras y sinsabores, trataba de plasmar en una carta la historia vivida hacía ya siete años en una playa de La Palma. Contaba cómo había escondido un tesoro en la arena negra, el lugar elegido para enterrar 2.000 onzas de oro y la necesidad de recuperarlas...

Es una historia real. Al menos, la carta existe. El investigador palmero Jesús Manuel Lorenzo Arrocha la encontró en un archivo privado, allí donde familiares del receptor de la misiva, una personalidad de reconocido prestigio en La Palma de aquella época, la guardaban con sigilo, y decidió publicarla en el libro "Galeón, naufragios y tesoros", aunque evitó citar tanto el término municipal al que pertenece la playa donde se enterró el tesoro como el nombre completo de a quien se dirigía la carta, lo que todavía hoy sigue siendo un secreto. "Es mejor así", afirma.

La idea de Notel era que el destinatario de su carta, de nombre José, y del que tenía muy buenas referencias, se encargara de desenterrar el tesoro para repartirlo entre ambos a partes iguales, ya que desde una cárcel poco podía hacer por recuperar el oro sin ayuda. Desesperado entre cuatro paredes, mandó una primera carta (la que se publica en el libro) para contactar con el ilustre palmero, con el compromiso, una vez supiera que efectivamente estaba vivo y que era la persona elegida, de enviar una segunda misiva con un plano sobre el lugar en el que debía excavar en busca del tesoro.

El marinero cuenta desde la cárcel en Ceuta que salió del puerto de La Habana en 1852. Iba en el barco Valandro Rosa, con destino a Guinea para la compra de esclavos. "Dos mil onzas de oro para entregarlas al factor Mariano Recio que se allava en Puerto de Gallinas, con el fin de que hiciese acopio de negros, tanto para el buque nuestro como para la fragata Duquesa y el vergantin Guaira...", relata textualmente en la misiva.

Sin embargo, al capital del buque, Manuel Acosta, decide parar en La Palma con la idea de esconder las onzas de oro en la playa de arena negra y, posteriormente, hundir el barco en las Islas Salvajes, haciendo creer que se trataba de un naufragio. Sólo tres personas bajaron a tierra para enterrar el tesoro, "diciendo el capitán a la gente que iva con dirección dever un amigo...". Una vez elegido el lugar, "hicimos una excavación de bastante profundidad donde dimos sepultura a los dos cajones, y cubriendolos de tierra tomamos los dos muy bien las señas del sitio fijo donde quedaron".

Las otras dos personas que conocían el lugar donde fue escondido el tesoro, el capitán y el contramaestre del buque, fallecieron tiempo después, sin poder ir en busca de las onzas de oro, quedando el protagonista de esta historia, con datos que se han podido comprobar que son ciertos, como único testigo de lo ocurrido. En la carta, José María Notel, que niega abiertamente haber sido culpable del asesinato por el que está preso, confía "en el corazón bondadoso" del ilustre palmero, al que ruega "ofreserme su importante favor y apoyo hasta rescatar ese caudal enterrado, el que parteremos no como amigos y compañeros en sentimientos sino como propios hermanos".

Lorenzo Arrocha está convencido de que "todo es real. Por lo que he podido investigar, cuadra toda la historia". Es más, entiende que las onzas de oro "pueden seguir escondidas en la misma playa, aunque también puede ser que alguien, por las circunstancias que sean, las haya podido encontrar". El investigador palmero cree además que el destinatario de la carta "nunca le respondió. De lo contrario, hubiera destruido la primera carta que recibió y no estaría en el archivo familiar. Todo son hipótesis, pero parece que no le hizo caso. Seguramente pensó que eso de un tesoro...".

El escritor del "Galeón, naufragios y tesoros", entiende que "no parece lógico que nadie se invente un cuento así. La carta es extensa y no da esa impresión, en absoluto. Es muy verosímil todo lo que dice". Lo probable es que el tesoro esté escondido "y alguien lo encuentre algún día".