LA FRASE es de nuestro obispo emérito Felipe Fernández García al referirse a la pasada Bajada de la Virgen de las Nieves.

Dentro de pocos días, el próximo 17 de julio, nuestra Madre y Señora del Cielo volverá a la ciudad, a la parroquia matriz de la isla, donde será acogida por todos sus hijos. Ella nos señalará nuevamente a su Hijo Jesucristo, nos enseñará a cogerle de la mano. De su mano, el Hijo nos volverá a mostrar un camino con sentido, una verdad que responde a todas nuestras preguntas, una vida que no acaba.

Con tu Bajada, Madre, la fe de nuestros mayores desarrolló un sinfín de expresiones de fiesta, manifestaciones literarias, musicales, plásticas, para hermosear y mostrar nuestra alegría por tu llegada. La fe se hizo vida y la cultura se impregnó y llenó de manifestaciones de homenaje a ti. La vida se llena de hermosas guirnaldas para festejarte y abrazarnos a ti y tu Hijo Jesucristo.

¡Madre!, siempre nos presentas a tu Hijo, nos señalas a tu Hijo, nuestro Señor y Salvador. Él nos muestra la buena noticia de su Palabra; nos abre la vida a un horizonte de esperanza, a una gracia que pone auténtica vida, auténtica cultura, porque es cultura con sentido, con plenitud de vida. La genuina cultura, para los cristianos, es aquella que impregnada de fe, de encuentro enamorado con Cristo, nos permite vivir plenamente el presente con sentido y abrirnos con esperanza al futuro que no acaba.

¡Madre!, te invocamos en esta LXVII Bajada como causa de nuestra alegría. ¡Gracias, Madre!, por ser causa de la verdadera alegría, por verla manifiesta en tu vida y tu eternidad, por llevarnos de la mano a la alegría que no pasa.

Ntra. Sra. de las Nieves: bajas, desciendes, te acercas, buscándonos nuevamente, buscando a tus hijos. Nos buscas con esos tus "ojos rasgados y abiertos que parecen mirar a todas partes" (Fray Diego Henríquez 1714), porque quieres que todos nos redescubramos como la familia de tu Hijo, la familia de los hijos de Dios.

¡Madre!, durante siglos, como Madre e intercesora, fuiste respuesta, remedio, consuelo, de tantas necesidades de este pueblo. Y es que el amor es afectivo y efectivo, responde a las necesidades concretas de las personas. Pero hay una necesidad que siempre está en el corazón de la persona: la búsqueda de sentido. Y tú también tienes remedio, respuesta, para esto. Nos recuerdas esencialmente que sólo hay un remedio, que el verdadero remedio es tu Hijo.

Obviamente, Madre querida del Cielo, en esta Bajada, nuevamente te agradeceré que seas causa de mi alegría más profunda, porque nos diste a Jesucristo, la verdadera alegría. Y te diré con amor de hijo: ¡Madre, tu Hijo Jesucristo me sigue enamorando y poniendo profunda alegría en mi vida! ¡Gracias, Madre!