Les queda menos de una semana y los entrenamientos se aceleran. No quieren, quizás no tengan, margen para el error, fallos que puedan producir accidentes. Los acróbatas trabajan en la cancha de un colegio. Son 42 niños y jóvenes, el menor rondará los siete años y el mayor tendrá una veintena, con tres entrenadores a su servicio. Llevan cinco meses de trabajo para mostrar figuras que retan a la gravedad.

El entrenamiento estaba programado para las diez y media de la mañana. Diez minutos después, aún estaban llegando algunos jóvenes al lugar acordado. "La puntualidad no es tú fuerte", "Vamos, que no llegamos"... Juan Carlos es exigente. Es uno de los profesores. Quizás, seguro, el más temperamental. "Hay que estar encima de ellos para que las cosas salgan bien...". Josefina y "Guti" ("por María Isabel nadie me conoce") parecen, esa es al menos la impresión tras un primer contacto, más sosegadas, hablan más bajito, pero son igual de técnicas. Se fijan más en el trabajo de suelo, es su responsabilidad, aunque también ojean cuando los jóvenes se mueven sobre aquellas cuatro escaleras (dos por grupo), que, por cierto, no se deben olvidar desde el ayuntamiento de darles una manita de pintura. Hacen, los tres, un buen equipo.

Sin diferencias por sexos.- La Danza de los Acróbatas fue rescatada en la Bajada de 2005 después de varias ausencias del programa festivo, aunque su primera inclusión en las fiestas data de 1885, al amparo de dos sociedades gimnástica que existieron en Santa Cruz de La Palma, La Patriótica y, más tarde, La Gimnástica. Aún así, "es la primera vez, el primer año, que las chicas se suben a la escalera; antes sólo estaban en los ejercicios de suelo. Y arriesgan, se ponen casi arriba del todo", recalca "Guti" mientras el grupo trabaja una de las acrobacias sobre escaleras que parecen caer al suelo pero que se mantienen gracias a la fuerza y el equilibrio de los propios participantes.

Piruetas, cabriolas, contorsión... "No miren al suelo, suban la cabeza, esos hombros, !siempre tengo que decir lo mismo después de cinco meses¡", Juan Carlos no tiene un segundo de respiro. Es el "poli malo" del equipo técnico. "Es verdad que sólo veo los fallos", reconoce no sin antes rechistar por la presencia en las gradas de gente, jóvenes, ajenos al espectáculo. "Cada vez vienen más", se queja.

Media hora de espectáculo.- El entrenamiento, aún con calor, dura casi una hora y media. Cada función tardará no más de treinta minutos, con figuras que ellos (los acróbatas) repiten en dos ocasiones en cada sesión de entreno, comprobando todos los errores para tratar de corregirlos. No hacen descansos entre una pirueta y la otra. Simplemente, leves recorridos por el escenario improvisado en busca de una nueva expresión, cada vez más complicada.

No hay sobresaltos. El entrenamiento transcurre dentro de la normalidad. Así, hasta casi el final. En la última acrobacia en grupo, uno de los más pequeños resbala desde las alturas y es agarrado por uno de los mayores antes de caer al suelo. Es una cuestión de solidaridad, de esfuerzos compartidos. Los que están abajo saben que arriba están sus compañeros, más débiles, y que, por ello, no tienen derecho a perderlos de vista.

En la Semana Grande.- El martes, día 13, en la Semana Grande de las Fiestas Lustrales, tendrán otra ropa, "este año será más bonita"; otra mirada, mayor presión por la presencia cercana del público, de sus amigos, familias, de muchos desconocidos; pero es obligado, irrenunciable, mantener la misma precisión de movimientos. "Durante las últimas semanas están viniendo todos, ahora están de vacaciones, pero en estos meses siempre ha faltado alguno a los entrenamientos", admiten los profesores, que, aún con todo, saben del esfuerzo de los jóvenes.