Podías tener cualquier conversación con él, con independencia de lo que se tratara, porque al final te "enredaba" para terminar siempre en lo mismo: la educación. No era su trabajo, era una pasión y, además, sabía que era bueno. La Isla despidió ayer a uno de sus hijos más grandes, Germán González González, un maestro que llegó a tener la categoría de sabio. El sepelio se celebró al mediodía en la parroquia matriz de El Salvador, en Santa Cruz de La Palma, para posteriormente trasladar sus restos al cementerio de las Manchas, en Los Llanos de Aridane, para su incineración.

Germán González había recibido el Viera y Clavijo concedido por la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias (2001) y la encomienda de la Orden de Alfonso X el Sabio, otorgada por el Ministerio de Educación (2009). Aún así, su grandeza no estaba en los premios o galardones. Su idea de la vida todavía hoy se esconde sencillamente detrás de una tiza, de la capacidad de creación, y de una encomiable labor de investigación y de defensa de la educación. Su carrera profesional de 48 años de servicio, 24 como maestro de Primaria y otros tanto como inspector de Educación, queda marcada por el cariño sincero, directo, sin disimulos, de sus colegas y también de sus antiguos alumnos.

González fue profesor de Pedagogía y Prácticas de Enseñanza en la antaña Academia de Magisterio y Comercio, además de profesor de Historia de la Educación en el centro asociado de UNED de La Palma. Fue director del colegio Pérez Andreu durante once años. Una de sus grandes apuestas personales fue la puesta en marcha del Museo de Historia de la Educación, pionero en España, para tratar de trasladar a las futuras generaciones la importancia del saber para crecer teniendo una personalidad propia, capacidad, al fin y al cabo, para ser libres.

Suya, de nadie más, es la frase: "intenta ser feliz, buscar lo que te lleve a la felicidad, cueste lo que cueste...".