El Cabildo, a través del Taller de Restauración de Pintura y Escultura de la Institución, ha concluido las tareas de limpieza y rehabilitación del tabernáculo de la iglesia matriz de El Salvador, en la capital insular, con la colaboración de la propia parroquia.

La consejera de Cultura y Patrimonio, María Victoria Hernández, señala que la intervención ha consistido en la limpieza mecánica, consolidación de los diferentes estratos pictóricos, así como el tratamiento contra ataques puntuales de insectos xilófagos, pudiendo disfrutarse, de nuevo, de su esplendor primitivo.

La iglesia de El Salvador del Mundo se cree que fue erigida entre 1494 y 1500, si bien en aquellos comienzos constituía un pequeño recinto sacro de una sola nave que fue agrandándose a medida que transcurría el tiempo y las generaciones iban queriendo plasmar su huella en ella.

La construcción del retablo del altar mayor (1840) y del tabernáculo fue una obra cuidadosamente meditada ya desde 1818. El diseño arquitectónico del retablo fue obra de Martín de Justa, mientras que al sacerdote Manuel Díaz se deben los jaspeados de apariencia marmórea, los cortinajes fingidos que decoran el testero de la capilla mayor y la ingeniosa y teatral maquinaria que acciona el expositor del tabernáculo, dejando ver la custodia.

Fernando Estévez, la gran figura de la plástica canaria del siglo XIX, amigo personal del cura Díaz, fue el autor de los dos ángeles turiferarios y los relieves del tabernáculo, así como de la pareja de ángeles que adoran el triángulo luminoso del remate del retablo.

El tabernáculo se presenta delante del retablo mayor, exento, y está compuesto por un sagrario y expositor superior, que tiene forma de templete circular, sostenido por cuatro pares de columnas y cubierto por el cortinaje de un arabesco pabellón de tela. En los laterales del sagrario existen dos relieves tallados en madera que representan a David y a los ancianos y jefes de Israel. A su lado, los ángeles turiferarios de Estévez.

Según cuenta el profesor Jesús Pérez Morera, "sorprende descubrir que la capilla mayor de la iglesia de El Salvador pueda ser considerada como un templo masónico. Sin embargo, y para quien conoce el siglo XIX palmero, este hecho resulta perfectamente comprensible en una sociedad acostumbrada a tratar con toda familiaridad la liturgia masónica y en la que liberalismo, masonería y altar marcharon muchas veces por la misma senda".