No todos los "inquilinos" del conjunto de cuevas prehispánicas del Time (más de 30), en las que las autoridades locales han intervenido para ejecutar de forma paulatina el desalojo definitivo de multitud de okupas, están de paso. Es más, alguno hasta se ha instalado, al parecer, con la intención de que sea su residencia definitiva.

Rudolf Ryba, un ciudadano checo al que conocen en el barrio de El Puerto como El Vikingo (por su larga melena rubia), ha preparado y adornado a su gusto una de esas cuevas, situada a una cota superior del resto de cabocos llenos de basura y con serios problemas de salubridad en los que buscan refugio muchos visitantes de paso.

La cueva del Vikingo, a la que después de algunos años de ocupación llama hogar, tiene casi de todo: cocina, salón, habitación, falso techo... todo sin paredes y bajo una decoración colorida, incluso se podría decir que extravagante. Es una cueva amueblada, como si se tratara de uno de esos tradicionales (en algunos casos ilegales) cuartos de aperos rurales reconvertidos en casas repartidos por toda la geografía insular.

Rudolf Ryba pasa allí, a media montaña, el día y la noche, sin luz eléctrica. Dice que no le hace falta para mirar a las estrellas: "Mí no necesita luz, levanta cuando sale sol y acuesta si quiere". Por lo tanto, todo lo que de la electricidad depende, esas cosas imprescindibles para los que viven unos metros más abajo en el casco urbano de El Puerto, no entra en el día a día del Vikingo, ni nevera, ni tele, ningún aparato.

Sobre el murmullo del barrio.- Por el día, prefiere sentarse fuera de la cueva. Asegura que no se aburre. Tiene hasta terraza, con sillas y mesa de plástico desde donde ve pasar a los turistas que suben el sendero del Time. Él y su cueva han pasado a formar parte de las "estampas" del camino. Lo sabe e intenta sacar algo de provecho. A veces, hasta hace de guía, a cambio de unas monedas a la voluntad del caminante.

Desde su terraza escucha el murmullo de los que hablan en otras terrazas de los kioscos y restaurantes del barrio costero. Él se inclina por el constante sonido del mar y el aire que baja por el barranco de Las Angustias desde la Caldera de Taburiente.

Por las noches, la vista se dirige hacia arriba, al estrellado y espectacular cielo de La Palma.

Agua fresca, sin nevera.- Almacena agua que sube desde el barrio para llenar un aljibe que construyó dentro del caboco, en donde permanece fresca, como si de una nevera se tratara. Un vaso de agua es otro reclamo a media montaña y más si se enseña que sale de entre las rocas de la cueva.

Y cuando aprietan las ganas de ir al baño, ¿qué hace? Responde sin tapujos: "No problema, yo arregla allí lejos", mientras señala a un sendero secundario alejado de su cueva en donde sitúa una especie de baño muy limpio, según él, en el que "mí hace pipí, mi caca y mi ducha".

Mejor bajo el sol.- Rudolf Ryba decidió hace diez años cambiar el frío de Checoslovaquia por la calidez de las Islas Canarias, concretamente de la Isla Bonita. Trabajaba en minas de uranio y, según cuenta, le dijeron que si no dejaba de trabajar se iba a morir pronto, así que mejor bajo el sol que cubierto de nubes.

Cuando llegó a La Palma se hizo con una pequeña casa en el casco viejo de El Puerto de Tazacorte, pero con los años, su estilo de vida fue derivando hacia el reposo y la contemplación, desechando las posesiones materiales y libre de obligaciones. Un día levantó la mirada para interesarse por unas cuevas en las que de vez en cuando se refugiaba algún "hippie" y que hace décadas sirvieron para dar refugio a algunas familias muy humildes de la zona. Así que decidió irse a vivir a una de ellas, como si de un ermitaño se tratara.

Rudolf no tiene problemas de hipotecas, de cobros de recibos o pagos de contribución. Lo más curioso, por no decir sorprendente, es que, una vez empadronado en Tazacorte (pudo votar en las elecciones locales), tiene hasta dirección postal. Así consta en alguna carta que le ha llegado, vía correos, desde el extranjero: Rudolf "El Vikingo", Las Cuevas, Tazacorte.