Silvia Rivera se hartó de la rutina diaria. Trabajo, facturas, el ruido de Madrid, más trabajo... Se metió en internet y buscó información sobre aquello que le gustaba desde siempre: los monos. Acabó tocando a las puertas de la fundación Jane Goodall, en la que ahora dedica como voluntaria un tiempo valioso de su vida a la defensa de los chimpancés, una labor que compagina entre Senegal y Tenerife. "Así comenzó todo. Me paré un día y me di cuenta de que debía hacer algo por mí...", sentencia.

La joven palmera participa en un proyecto que se desarrolla en la zona de Dindefelo, en defensa de los últimos chimpancés de Senegal y los más septentrionales de África. Quedan apenas 500 individuos. La causa de la reducción de su población se debe a la degradación de su hábitat por actividades humanas como deforestación por actividad agrícola y ganadera o incendios. Compiten con la población local por los recursos hídricos y alimenticios (frutos silvestres), además de ser objeto de la caza furtiva, en la vecina Guinea.

El quehacer en Dindefelo no está centrado solo en la investigación, ecosistema, biológica, etológica o ecológica; o en la conservación, con creación de áreas protegidas o la regulación de actividades agroforestales. Además, hay un trabajo más relacionado con el propio poblado. Rivera, que acude allí cada año, cuenta que "trabajamos para defender a los chimpancés y evitar conflictos con la población local, objetivo para el que se desarrollan distintas acciones. Incluso hicimos, por ejemplo, lavaderos para que las mujeres del pueblo no tengan que ir a lavar donde los chimpancés van a beber agua. Además, la gente piensa que si un chimpancé te toca es que tienes mal de ojo, lo que hace que el resto de vecinos te rehúyan. También es importante la protección del bosque donde habitan, que tratamos de conservar no solo por los chimpancés sino porque suministra agua a todo el oeste de África... Algunas personas creen que estamos locos por ir a ayudar a los chimpancés a Senegal, pero no es verdad".

Silvia Rivera centra gran parte de su actividad en Canarias, "donde hay un gran trabajo por hacer". Vive la mayor parte de su tiempo en las Islas, donde los chimpancés siguen siendo su pasión. Concienciación y rescate, esa es su labor: "La gente no se da cuenta de que un chimpancé es un animal salvaje. No es un animal de compañía. Son muy peligrosos y se vuelven agresivos. En Canarias hay muchos en casas, que han acabado metidos en jaulas. Un chimpancé tiene la inteligencia de un niño de tres años. Sufre. Los tienen sus 40 o 50 años de vida metidos en una jaula. Nuestra misión en el Archipiélago es convencer a sus propietarios de que nos los entreguen para llevarlos a un centro de recuperación. En Tenerife, por ejemplo, hay un antiguo zoo con una familia de chimpancés en condiciones mejorables y estamos trabajando para llevarlos a algún sitio".

La joven palmera tampoco olvida su experiencia en la Fundación Mona, centro de recuperación de chimpancés ubicado en Girona. "Allí los chimpancés llegan procedentes de la tele, de los circos.... cuando ya dejan de servir para el espectáculo. Todos bienes con problemas (conductas estereotipadas, se automutilan...), ya que la vida que han tenido no es la mejor". Pese a todo, "te puedes pasar horas y horas observándolos sin aburrirte".