Los padres y madres de alumnos, también maestros, de la escuela rural del Granel, en Puntallana, están adecentando el centro escolar, después de que el ayuntamiento comunicara que no contaba con recursos económicos para afrontar la actuación, lejos de los antaño tradicionales proyectos RAM (reforma, acondicionamiento y mejora) que financiaba casi sin límite presupuestario el Gobierno de Canarias. Eran otros tiempos.

Frente a la falta de inversión pública, no hay quejas ni "lloros". La comunidad educativa es consciente de que la corporación local no dispone de recursos. Está ahogada. "Nos ayuda con lo que puede. Siempre ha colaborado en todo, pero ahora no tiene dinero. Lo entendemos", afirman sin recelos, aunque no se resignan a que la escuela, su escuela, pueda tener mal aspecto. "Lo haremos nosotros", sentencian.

Dicho y hecho. La comunidad educativa se responsabiliza de comprar la pintura, también las brochas. Quedan por las tardes, los días que pueden. "Poco a poco vamos pintando el colegio", apuntan, mientras una madre refuerza el verde de las vallas que rodean la unitaria y un grupo de padres con ropa de "faena" se prepara para dar "una mano" al exterior del centro. "Quizás sea mejor publicar las fotografías cuando estemos acabando. Es que ahora no se verá bien lo que hacemos...", dudan. Tal vez desconozcan que la unidad se ve de lejos. Incluso sin imágenes.

No es una labor aislada. La escuela rural del Granel, que oficialmente se denomina CEIP Rita Rodríguez Álvarez, tiene un "funcionamiento" especial. Al final, todas las unitarias desprenden ese grado de compromiso impropio en colegios de asfalto. Quizás sea por el entorno, tal vez por su gente. Aquí, los padres y las madres se agrupan en cuatro comisiones. Una se centra en los arreglos del centro y otra se responsabiliza de la limpieza y embellecimiento del colegio. La tercera es para el huerto y la granja, mientras que otro grupo prepara los festejos y la acampada de fin de curso.

Y todo por el bienestar de los 22 alumnos. De sus hijos.