El bar La Palma cierra mañana sus puertas. La crisis económica, la presión fiscal y, como "remate", la actualización del alquiler donde se ubica, de renta antigua, acaban con una seña de identidad de la ciudad. Es uno de esos negocios que el ciudadano de la capital piensa que son para siempre. Que aunque nunca entres a consumir, estás convencido de que estará por los siglos en mitad de la calle Real. Pero no. Ya nada, o casi, es para toda la vida.

Lleva abierto más de 30 años en su localización actual. Antes estuvo otras dos décadas unos metros más arriba, en la Pérgola. En total, medio siglo. Pegado a sus puertas bailaron durante lustros los enanos. Su interior también ha sido un punto de encuentro repetitivo para la guasa de los indianos. Es, incluso, un punto clave de referencia: "Llegas al bar La Palma y luego...".

El gerente y alma del negocio, Jorge Pérez Capote, se queja de la presión fiscal, "general en toda España, pero aquí, en Santa Cruz de La Palma, aún más"; del descenso de la población, "la caída de habitantes en la ciudad ha sido la tónica durante los últimos años"; y de la crisis, "el desempleo en la Isla es muy alto, se acabaron las cervecitas y las tapas después del trabajo y, por ello, la recaudación diaria ha bajado un 45%"; lo que sumado a la actualización del alquiler, "nos lo quieren triplicar", hace que "no podamos continuar. Los últimos años se han cerrado con déficit y no podemos seguir poniendo más dinero para mantener el bar abierto".

No solo mira al exterior. Capote también se analiza, "seguro que hemos cometido errores", y admite que "cuando un empresario tiene que cerrar un negocio, siente que ha fracasado. Aunque las circunstancias son las que son, me siento culpable. Con una experiencia como la que teníamos (él y su socio), teníamos que haber superado todas estas historias". Le sale desde dentro porque echar el fechillo "es muy duro. Decírselo a los empleados ha sido un disgusto. Son cinco empleados, cinco familias, que se van al paro, tienen hipotecas, hijos....". Se "rompe".

El gerente del establecimiento es consciente, más que nadie, de que el bar La Palma es "un sitio emblemático. Todo pasa por aquí. ¡Siempre que ha sido necesario hemos estado! Uno piensa que la cosa va a ir a mejor, que la crisis es algo pasajero, pero te das cuenta de que la caja sigue bajando, que el recibo de luz de duplica incluso trabajando menos, que vas acabando con todos los recursos (ahorros) y llega un momento en el que no hay nada que hacer". Y ese momento ha llegado.