El Corpus Christi convierte a Mazo en un municipio colorido. Sus habituales calzadas grises, tan empinadas como empedradas, cambian su apariencia a veces tristes por una imagen rejuvenecida. Es lo que casi siempre se ha calificado de arte vertical, los tradicionales arcos, aunque detrás de ellos está quizás lo más importante: semanas de unidad vecinal en torno a una expresión diferente.

Todo parte de un diseño. De uno por cada barrio. Todos ellos bajo un armazón de hierro y madera. Así comienza todo. Luego, el enrame. Siempre con materiales vegetales naturales: pétalos, semillas, hojas, musgos o líquenes que son recogidos previamente, y que acaban siendo seleccionados en virtud de su textura y color. Los vecinos se reúnen en centros culturales, allí donde pueden, para recortar los productos y pegarlos al arco.

Todo "acaba" con el traslado y montaje de los arcos en las calles del casco urbano. Los Callejones y Tigalate fueron este año los más madrugadores. Levantaron sus estructuras el miércoles por la tarde. El arte vertical se une con los pasillos, también con materiales vegetales, a los que se unen, para completar la capacidad de imaginación de todo un pueblo, los tapices y alfombras. Sí, merece ir a verlo. Estarán colocados hasta el domingo y cada año son cientos, algunos miles incluso, las personas que los visitan.

La fiesta tiene un marcado carácter religioso. Al fin y al cabo es un trabajo que se realiza en honor del Santísimo, cuyo recorrido procesional tendrá lugar esta tarde, después de la Santa Misa en San Blas.