La Palma se recupera de las sacudidas del incendio. El quinto en poco más de una década. En realidad, el último fuego será siempre recordado por el fallecimiento de un agente de Medio Ambiente, de un amante de la naturaleza: Fran Santana. A lo demás, al olor a pino quemado, al ruido de las llamas cuando destroza masa forestal, la Isla parece por obligación haberse casi acostumbrado.

La historia de los últimos cinco grandes incendios comienza el 6 de septiembre de 2005 en la Villa de Garafía. Las llamas se iniciaron en la zona de La Mata y acabaron "muriendo" a la entrada de Barlovento, en el Lomo de Gallegos. Fue un fuego virulento, que aprovechó el "combustible" en fincas que habían sido prácticamente abandonadas por sus propietarios para extenderse. El perímetro afectó a unas 2.300 hectáreas. Duró una semana.

Un dato: mientras el operativo trabajaba por apagar el fuego en Garafía, un delincuente (pirómano) provocó hasta tres conatos en Puntagorda, que pudieron ser controlados y apagados con celeridad. Nunca se supo nada del responsable. Recordar que en el último incendio también se declaró otro conato en Tijarafe, que se estudia si fue provocado. Todo apunta a que sí.

La Isla vivió luego cuatro años de tranquilidad en sus montes. Apenas se registraron conatos, algunos mayores que otros, que siempre fueron controlados antes de que se convirtieran en grandes incendios, denominados así a los que afectan a más de 100 hectáreas. Pero el 31 de julio de 2009 volvió a arder parte de la Isla. Fue un fuego sin piedad, arrasando una veintena de viviendas. No fue tan dañino por su extensión en comparación con el que se acaba de vivir, no llegó a las 3.500 hectáreas, pero sí por su ubicación y por la velocidad con la que se extendió gracias a las fuertes rachas de viento.

El fuego de 2009 se declaró en la zona de Tigalate, en Villa de Mazo. Una imprudencia en el lanzamiento de voladores durante la fiesta del barrio. Había viento. Mucho. Las llamas corriendo a demasiada velocidad. El incendio no solo atacó a las medianías sino que se metió dentro del casco de Fuencaliente. En Los Canarios. Lo atravesó. Ardieron viviendas. También tocó a la puerta de alojamientos en Montes de Luna. Su extinción definitiva se prolongó oficialmente durante 50 días y se tuvo que evacuar a unos 4.000 residentes. Dos personas resultaron heridas de diferente consideración.

El 16 de julio de 2012, de nuevo el calor. Pero calor de fuego. La extensión del incendio fue menor, afectó a unas 850 hectáreas, pero se volvieron a vivir situaciones angustiosas. Los semblantes en cada siniestro suelen ser los mismos. Las llamas cercaron Tacande (El Paso) y los vecinos tuvieron que defender sus viviendas. Cerca de la carretera, pánico. Perdura en la memoria la imagen de la antaño alcaldesa, María Dolores Padilla, armada con cubos y mangueras (lo que tenía a mano) frente a llamas que bajaban enfurecidas por las copas de los pinos más cercanos. Se evacuaron familias de Tajuya, Piedra Blanca, Juliana, La Moradita... Tres personas resultados heridas y el incendio, que se inició por una hoguera mal apagada, arrasó la supuesta casa donde nació la leyenda, cierta o no, del Alma de Tacande.

Ese mismo año, el 4 de agosto de 2012, cuando la Isla todavía se estaba sacudiendo las cenizas de lo ocurrido en El Paso, Villa de Mazo volvió a cambiar de color. Otro incendio. Se originó en la zona de La Sabina y acabó afectando a los mismos barrios de casi siempre: Montes de Luna, Tigalate, Tiguerorte.... Se perdieron durante años zonas boscosas que intentaban revivir tras verse afectadas por el fuego de 2009. Se repitieron los evacuados, los nervios y otras 2.000 hectáreas aproximadamente fueron afectadas.

La pregunta es cuándo será el siguiente. Habrá, y querrá quemar viviendas. Seguro. Toca estar preparados.