La Audiencia Provincial ha tomado declaración a los tres investigados (antaño imputados) por haber supuestamente provocado en una imprudencia grave el incendio que se inició en la noche del 31 de julio de 2009 y que afectó a unas 4.000 hectáreas en los municipios de Villa de Mazo y Fuencaliente, tras el lanzamiento de voladores en las fiestas de Santo Domingo de Guzmán del barrio de Tigalate.

Los acusados se enfrentan a una solicitud de la pena de siete años y siete meses de prisión, con inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo durante la condena y multa de once meses, a razón de una cuota diaria de seis euros. A ello se suman además indemnizaciones de más de seis millones y medio de euros a diferentes instituciones públicas y de otros cinco a particulares de los dos municipios afectados por los daños causados por el fuego.

Los investigados son José Javier F.P., presidente de la comisión festiva y que no participó en el lanzamiento de los voladores, y el matrimonio formado por Antonio Isidro G.G. y Rosa Carmila C.H., a los que se señala como responsable de custodiar y lanzar los artefactos pirotécnicos.

El fiscal mantiene que los hechos se produjeron después de que los acusados actuaran "con total desprecio a las más elementales normas de seguridad y cautela, en especial atendiendo a la situación meteorológica de alerta declarada durante esos días por altas temperaturas y alto riesgo de incendio forestal por el Servicio de Protección Civil y Atención de Emergencias", procediendo "al lanzamiento no autorizado de artefactos pirotécnicos consistentes en cohetes voladores del tipo trueno número cinco".

Además, el fiscal afirma que entre las 22.30 y las 23.00 horas del 31 de julio de 2009 se procedió al lanzamiento de al menos tres cohetes voladores desde la plaza donde se estaban desarrollando las fiestas, lo que a su juicio provocó el siniestro. Sin embargo, los imputados coincidieron en subrayar que el último volador lo lanzaron a las seis de la tarde de ese mismo día; es decir, cinco horas antes de que comenzara el fuego.

La primera persona en declarar fue el presidente de la comisión de fiestas, José Javier F.P., quien señaló a Antonio Isidro G.G. como persona que "por costumbre siempre lanza desde hace años los voladores". Eso sí, puntualizó que "a veces (participa) su mujer. Siempre han sido ellos".

El responsable de los festejos aclaró que "a pesar de que habían varias autoridades avisadas de lo que íbamos a hacer (lanzar voladores), ninguna me avisó de que hubiera peligro o prohibición" para esta práctica.

Durante la declaración de los imputados quedó claro que se adquirieron 50 voladores. "El día 30 de julio (2009) se lanzaron dos voladores, fue sobre las cuatro o las cinco de la tarde, que es cuando se baja el santo para vestirlo y se tiran los voladores. El día 31 se lanzaron otros cuatro a las seis de la tarde. Al repique de campanas", afirmó Rosa Carmina C.H. ante la Audiencia.

Sin embargo, las cuentas no cuadran. En el recuento de estos artefactos, faltan otros ocho voladores, que se desconocen si se utilizaron o no posteriormente, justo en el inicio de las llamas. A propósito, la propia imputada asume que era una de las personas responsables de su custodia, pero "no estuve sentada todo el tiempo al lado" del armario donde se guardaron. Hizo especial hincapié en que "nunca regalamos voladores" y que en aquel instante "no echamos en falta ninguno".

Por su parte, Antonio Isidro G.G. reconoció ser la persona que se encarga de lanzar los cohetes: "Sí, soy el responsables. A veces los tiro junto a mi mujer". A preguntársele por qué decidió dejar de lanzar voladores a las seis de la tarde si compraron nada menos que medio centenar, manifestó que "empezamos a hablar y decidimos dejar de tirar por precaución y seguir con el resto de actos".

"Es imposible que la causa fuera un volador"

En 2009, tras el siniestro, responsables de la pirotecnia Hermanos Pérez Cabrera, que elaboraron y vendieron los voladores para la fiesta de Tigalate, declararon a EL DÍA que un volador como los que se lanzaron en estos festejos sea a la hora que sea y con independencia de las condiciones atmosféricas, "no recorre de ninguna manera 300 metros", distancia que se estima entre el lugar donde fueron lanzados los cohetes y la zona donde se inició el fuego. "Como mucho, y tirando por lo alto, llega a los sesenta metros. Además, cuando la varilla cae al suelo ya está apagada. No es capaz de encender un fuego. Es imposible. Hablamos de una detonación, una explosión seca que se produce en el aire, se destroza arriba y no suelta llamas", dijeron.