Mercedes Roldós les entregó el premio con una sonrisa. Pareció buscar complicidad. Ellos (representados por "Chano") lo recogieron agradecidos, saludaron y se hicieron la fotografía que les marcaba el protocolo, pero sin entretenerse. Desprenden naturalidad. Sencillez. Es verdad que ahora los integrantes de la asociación Ayuda en Emergencias Anaga tienen y pueden presumir de la Medalla al Mérito de la Protección Civil, en su categoría de bronce y con distintivo azul, con una placa que lo acredita, pero para ellos en el fondo es más importante, mucho más, la camisa amarilla que se enfundan desde hace ¡40 años!

Sí, han pasado muchas tardes de frío, noches sin luna, amanecidas de lluvia, presencia en cientos de miles de actos desde que aquel primer hombre se puso un día cualquiera aquella primera camisa "pollito".

No le faltó razón a la delegada del Gobierno en Canarias cuando dijo que "han asumido un compromiso con la sociedad y trabajan de una manera eficaz para proteger a los ciudadanos". Tampoco mintió al destacar que "están en primera línea de la Protección Civil y colaboran eficazmente (...) velando por la seguridad de todos en casos de catástrofes, incendios, pérdidas, ayuda en carretera, montes, playas y costas". Pero en realidad no es solo eso. Ellos van un poco más allá. Es la actitud y la aptitud, las miradas, el convencimiento por dejar su tiempo libre en ayudar a los demás. En resumen: son buena gente.

El reconocimiento sí debería servir para una cuestión moral clave: que aquellos (no pocos) que no acaban de apreciarlos por no llevar placa ni pistola, sepan el valor que se esconde tras una vestimenta y una emisora.