La sensación de navegar no es sencilla de describir. Dicen que te atrapa. Que es velocidad sin ruido artificial. El golpeo del mar, su olor y el empuje del viento. Y dentro, cuando ya te pierdes y observas a lo lejos la costa, aseguran que todo es libertad.

Una persona con discapacidad, que normalmente multiplica sus otras capacidades, tiene en ocasiones más facilidad para sentirse atrapada. El mundo que la rodea al fin y al cabo no se articuló pensando en deficiencias. Y casi siempre encuentra obstáculos. Un día sí y al otro, también. La vela es, al contrario, universal. Rompe barreras para buscar la inclusión, diseñando y creando barcos adaptados para que nadie se quede en tierra.

La Palma se ha incorporado a esa revolución. Ha dado un paso al frente y en su modesta escuela de vela asoman dos embarcaciones con características propias. El Hansa 303 Wide, de 3,03 por 1,35 metros, no descarta a nadie. Uno es azul claro y otro más oscuro. Cada barco tiene dos velas (mayor y foque). Es verdad que están pensados para personas con discapacidad, pero cualquiera puede utilizarlos. En el interior del casco hay una especie de sillón/hamaca de dos plazas, aunque también puede ser usado por una sola persona con un pie a cada lado de la caja de la orza. Es verdad, se adapta a todo.

La consejera de Deportes, Ascensión Rodríguez, asegura que "es una apuesta que hemos hecho en favor de la inclusión. Con la colaboración de la Obra Social de la Caixa, adquirimos las dos embarcaciones. No es solo un tema deportivo, que también, sino de ir más allá y llegar a colectivos que de otra manera no podrían disfrutar de todas las posibilidades que ofrece nuestro océano". Sí, tiene un carácter social.

La orza (una pieza utilizada para evitar la deriva producida por el viento) tiene un peso aproximado de 40 kilogramos y se llena de agua una vez se introduce en el mar. Su enorme volumen tiene una explicación sencilla: evitar que la embarcación vuelque, algo que no ocurre en el Hansa. Sí, lo primero es que todo aquel que quiere probar, vaya seguro. Pero además, el timón tiene una gran longitud para que no se salga del agua cuando el barco se escora. Dicho de otra manera: se mejora el control del velero.

No vale solo con la embarcación. Ni con el viento. Ni siquiera el mar lo es todo. Falta un monitor que dentro del agua mida cada riesgo, evalúe cada movimiento y controle todo lo que ocurre, lo que permite tomar la decisión correcta. La Palma, por suerte, lo tiene: Pacuco Díaz, con la titulación necesaria para atender también a este colectivo, ha explicado en diferentes centros de personas con discapacidad las ventajas de navegar y las posibilidades que ahora tienen de lograrlo. El mundo que les queda por descubrir. Ya no hay disculpas para quedarse en casa y ver cómo la vida pasa. Tampoco miedos. Y si algo falla, que no falla, la escuela cuenta además con María Jiménez de monitora. Todo listo.

Tampoco hay que engañarse, no hay razón, disfrutar del Hansa tiene diferencias en comparación con hacerlo en otro barco de vela ligera. El timón se maneja con un pequeño joystick que está en el centro de la embarcación. Y lo que más puede chocar es que la persona que navega, por encima de sus posibilidades físicas, no se puede colgar (hacer banda) ya que se debe ir sentado dentro del barco en todo momento. Ahora bien, es una gozada. Un paso enorme para que todos sean más iguales. Se mire por donde se mire.