SEA lo que sea el fenómeno Tibicena, solo el desconocimiento o un posicionamiento negacionista frente a lo potencialmente misterioso puede sustentar, hoy en día, la idea de que las tibicenas son una cosa exclusivamente del pasado, superada como tantas otras cuestiones que, con razón y muchas veces sin ella, solemos despreciar a la primera de cambio como meras supersticiones o cuentos de viejas. El fenómeno Tibicena, que plantea la aparición de formas animales, predominantemente caninas, de gran envergadura, ojos rojos y actitud claramente intimidatoria, fue en época de los guanches asociado a la esfera maligna o demoníaca, al menos desde la interpretación que hicieron los cronistas de lo que los antiguos canarios pudieron y quisieron contarles. El complejo mundo de las creencias de los antiguos habitantes de nuestras islas nos ha llegado descrito principalmente a través de los ojos de unos colonizadores que contemplaban el mundo desde el cristianismo de su época, de manera que sus indagaciones y descripciones irremediablemente estaban impregnadas de sus propias creencias. Por eso, evidentemente, lo que etiquetamos como maligno o demoníaco posiblemente requería de matices que escapan al alcance de esta breve aproximación al tema, que realizamos con el interés de transmitir algunos casos recientes. Y es que la realidad, constatada persistentemente por las investigaciones de campo y las encuestas etnográficas, es que la creencia en las tibicenas y los encuentros con extrañas criaturas que refuerzan dicha creencia continúan sucediéndose hoy en día, ajenos a esa equivocada idea de que se trata de algo exclusivamente del pasado. Quizá debamos reinterpretar la casuística y despojarla de etiquetas, pero la casuística es real, como han demostrado las indagaciones que hemos podido realizar conjuntamente junto a compañeros como Luis Velasco, en Gran Canaria, o Fernando Hernández, en Tenerife.

Lo que nos dicen las crónicas

Según el monumental trabajo del doctor en Filología Ignacio Reyes, el término "tibicena" podría traducirse como "color negro" y "malvado, peligroso", lo que refuerza y aporta literalidad a la lectura tradicional del término. No es difícil imaginar los motivos por los que esas manifestaciones del "lado oscuro" adoptan la forma de perros gigantes y agresivos, en la medida en la que en las antiguas sociedades en las que el ganado era esencial en su sustento, los cánidos asilvestrados debían ser una fuente constante de problemas, al atacar al ganado, matarlo o bien dañarlo de forma notable. Es algo que vemos repetido en diferentes culturas, donde el perro, al igual que casi todo, tiene esa ambivalencia.

En cuanto a las descripciones que podemos encontrar, siguiendo la valiosísima recopilación realizada por Tejera y Montesdeoca en "Religión y mito de los antiguos canarios" (Artemisa Ediciones 2004), podemos leer al menos dos, de Torriani y de Gómez Escudero:

"Entiendo que el que con estos canarios hacía semejantes apuestas era el demonio, para hacerlos despeñar; el cual se les aparecía muchas veces de noche y de día, como grandes perros lanudos, y en otras figuras, a los cuales llamaban tibizenas" (Leonardo Torriani, 1590).

"Muchas i frequentes veces se les aparecía en forma de perro mui grande i lanudo de noche i de dia y en otras varias formas que llamaban Tibiçcenas, hacían cosas que parece que el demonio los ponía en semejantes riesgos, de subir por peñas i riscos i traer maderos de grandissimo pero i en otras por hincarlos tan fuertemente que se ueen en algunos encajados en riscos que parece imposible a hombres" (Gómez Escudero, 1682).

Hay otras referencias, escuetas, pero que inciden en la misma idea. No obstante, por su carácter distintivo, merece ser recuperada la relativa a los "seres demoníacos" de La Gomera, de los que hemos conservado otro nombre, "irguanes". Torriani se refiere a ellos al decir que "adoraban al demonio en figura de hombre velludo, a quien llamaban Hirguan", mientras que una referencia anónima incluida también en el texto reseñado entra en más detalle:

"A estos gomeros naturales de aquí se quenta dellos que les parecían vnos ydolos, que ellos en su lengua llamaban Yrguanes, tan grandes como nouillos de dos o tres años, muy lanudos, de lana espesa de carneros burdos, y andaban ympinados en dos pies, y los espantaban a ellos y a sus mujeres, y los ahuyentaban algunas vezes quando los enojaban y les ahygaban o espantaban los niños. Estos heran demonios que tomaban cuerpos pantasticos en el ayre, y se hazian adorar y temer".

El demonio en Buzanada

En los últimos meses nos hemos encontrado con numerosos casos, muchos de ellos recientes, que nos reafirman en la idea de que las tibicenas, sean lo que sean, continúan teniendo cierta presencia en nuestra cultura, en el mundo de creencias en el que se desenvolvía principalmente nuestro campesinado y que permea hasta nuestros días. Fran, un informante de 41 años, nos relata cómo su madre se topó de bruces, de forma inesperada, con un "demonio", lanudo y negro, con "los ojos inyectados en sangre", a las puertas de su casa en Buzanada, Arona. Ocurrió hace más de sesenta años, y fue fugaz, breve, pero intenso e inolvidable.

Nos hace esta confidencia en las inmediaciones de un entramado de cuevas de tosca, conocido como "Samara", en el que Fernando Hernández recogió el testimonio espontáneo de una turista peninsular que, de pronto, se vio aterrorizada ante la visión de perros amenazantes, gigantes y de ojos rojos, aunque de una consistencia algo tenue. Nada sabía aquella inesperada testigo de lo aparentemente inexplicable de la tradición de los tibicenas, pero lo que la atemorizó se ajusta como un guante a las descripciones de estas escurridizas criaturas. Dice Hernández que ese aspecto "suavizado" que presentan las apariciones, con porte claro y gran definición pero con escasa movilidad y una transparencia que se intuye, podría explicarse si se piensa en las tibicenas como proyecciones mentales realizadas en el pasado con el fin de proteger, mediante el miedo y la intimidación, a quienes se acercasen a lugares sagrados de los antiguos canarios.

En apoyo de esta atrevida propuesta acuden testimonios como el proporcionado por Máximo, otro informante que contempló cuando tenía quince años, en zona de cazoletas guanches ubicada en el área metropolitana, otro de estos gigantescos perros, que inmóvil le cortó el paso a él y a su acompañante. "El perro no se movía, a pesar de que le tirábamos piedras para que se apartase. Era real, nos miraba, pero no reaccionó y tuvimos que hacer un gran rodeo para llegar a nuestro destino".

Donde el diablo jugaba a la tablilla...

Otro caso interesante es el conservado en el seno de la familia de Manolo Baute, que tuvo como protagonista a su abuelo. Este buen hombre se encontró un día con lo "inexplicable" bajo la forma de un macho cabrío blanco y resplandeciente, que le miraba fijamente y casi desafiante al despertarse mientras descansaba recostado en un árbol de la zona de El Diablillo. Nuestro testigo siempre contó que fue incapaz de moverse, aunque intentó hacerlo para coger su escopeta y dispararle a aquel imponente "animal". Solo cuando se alejó pudo moverse. A priori sería sencillo atribuir la experiencia a una alucinación cercana y vinculada al suelo y los despertares repentinos, pero...Curiosamente, la zona de su observación, El Diablillo, acumula noticias vinculadas con lo inexplicable, hasta el punto de que entre los mayores era conocida como "el lugar donde el diablo juega a la tablilla". Curiosamente, en la Aldea de San Nicolás existe un lugar, la Cueva del Vellón, donde había miedos, luces y aparecía una "criatura negra", caprina y muy extraña, que atemorizaba a los lugareños en el pasado.

También en Arona encontramos el caso de otra testigo, una joven que por dos veces contempló, a escasos metros de la costa, una forma canina, grande, negra y aparentemente muy velluda. Fue al atardecer del pasado mes de octubre, y la sensación era que "aquello, fuese lo que fuese, no era normal. Se movía de forma muy extraña, casi como un dibujo animado. Es muy difícil de explicar". Lo curioso, o más curioso si cabe, es que esta testigo, siendo adolescente, contempló algo similar, y en la misma zona se han conocido al menos dos casos más. ¿Tibicenas? Es posible y, en especial, sugerente. Con seguridad existen muchos más casos, y aquí, en Claves del Camino, estaremos encantados de conocerlos.

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