Julio Miguel Martín Pérez es un palmero de nacimiento y chicharrero de adopción que un día decidió dedicar su vida a ayudar a los demás de forma voluntaria. Eligió para ello la Cruz Roja Española, en la que entró a los 15 años y hoy día, a los 51, cumplidos el pasado 1 de octubre, se muestra "orgulloso de haber podido contribuir a mejorar la vida de muchas personas porque siempre tuve la vocación del servicio a los demás".

Julio vio la luz en Santa Cruz de La Palma y después de un periplo que lo llevó a la Península se asentó definitivamente en la capital tinerfeña, donde prestó muchos años servicio en la sede de la calle San Lucas. Ya está retirado, pero "sigo colaborando. Tengo una persona mayor ingresada en Mirador de Ifara a la que ayudo. Trabajar con la tercera edad es muy gratificante y la mejor residencia para un mayor es su propia casa".

"Esta es una sociedad egoísta, sin valores o, si los tiene, son justo lo contrario de lo que defiendo", añade, para sentirse "muy contento de la concesión de honores del Ayuntamiento de Santa Cruz porque reconocen la labor realizada, pero no lo hago por eso. Me considero un buen profesional y voy a seguir trabajando mientras pueda. Agradezco el detalle". En 2006 ya recibió el premio al mérito social del Cabildo Insular.

Pese a algunos achaques de la salud, por ejemplo una espalda destrozada por ese sacrificio con los demás, Julio Miguel se siente "fuerte para seguir adelante". Recuerda la riada del 31 de marzo de 2002 como "algo horrible, igual que el paso de la tormenta Delta. Salvamos vidas, aunque no se pudieron evitar los ocho fallecidos. Fue una experiencia que fortaleció la coordinación de los servicios, aunque ya funcionaban bastante bien antes".

Nuestro protagonista sostiene que "la declaración de emergencia social es una consecuencia de la verdadera situación en el municipio, que es alarmante, y lo compruebo a diario de forma directa. Hay mucha gente necesitada y en ellos hay que gastar el dinero, no en fiestas ni fuegos artificiales".

"Siento una frustración total y me dan ganas de desaparecer cuando alguien fallece sin recibir la ayuda que ha demandado. Ha habido más de 1.000 muertos en Canarias a la espera de la Ley de Dependencia durante más de tres años, Y eso no puede ser", reflexiona Martín.

Julio Miguel tiene fama de "resolver casos difíciles. No es sencillo trabajar con mayores, pero yo siempre los llevo a mi terreno. Una anécdota: una de las personas que cuidé me decía que lo habían secuestrado, le pregunté por el rescate y terminamos bromeando. Hay que ir y llegar a su mundo".

Implicación emocional

Un ejemplo para acabar: "Tuve un caso, el de todo un caballero, Francisco Martín Delgado. Había muerto su esposa después de 60 años juntos y no quería nada de la vida. Su hija me llamó y empecé por jugar al dominó. Ese día se convirtió en cinco años de profunda convivencia. Me marcó mucho la persona con más sentimientos humanos de todas las que he conocido y han sido muchas. Murió en mis brazos en San Juan de Dios con más de 90 años. Ahora mantengo una estrecha relación con su familia. Pero hay que tener cuidado con la implicación, que puede afectar al estado psicológico. Hay que saber separar".