HOY QUISIERA hablaros desde las entrañables páginas de EL DÍA de uno de mis viejos amores, la Cruz Roja Española, con sus luces y sus sombras. En el primer capítulo de esta historia dejé dicho que yo nací en la calle de Teobaldo Power y que dos calles más arriba estaba la sede de la Asamblea Provincial de Cruz Roja, en el mismo lugar en el que hoy sigue rigiendo los destinos de la institución. Decir que mis abuelos paternos, Antonio y Magdalena, eran socios de número, estaban en posesión de la Medalla de Plata y que mi abuela, amén de ser profesora de Partos (1911-1947), tenía el título de Enfermera Diplomada de 1ª clase y había participado en la epidemia gripal de 1918. Cada día de fiesta la veía salir con su hermoso uniforme y la capa azul ondeando al viento. En mi libro "Arona: historia de la Cruz Roja Española" figura la foto de un grupo en el que está mi abuela. Y cada domingo veía desfilar, calle de El Pilar abajo, la banda de cornetas y tambores con su jefe, el brigada del cuerpo, conocido como "el Guajiro". Quién me iba a decir a mí que teniendo como vecino al pediatra catalán Dr. Rafael Folch Jou, años más tarde, me iba a apoyar y así crear la Asamblea Local de Los Cristianos (Arona).

El tiempo pasa muy rápido, y el año de mi llegada al municipio aronero, a desempeñar durante cuarenta y un años mi tarea como funcionario civil del Estado, causé alta como socio de número de Cruz Roja (1954). Ya en mi cerebro bullía la idea de fundar una Asamblea en el lejano sur de entonces, ya que solo funcionaba la de Granadilla de Abona, con las carencias de entonces. Propuse la idea a dos próceres de Arona, pero la situación no era la más propicia, ya que hasta ellos tenían falta de liquidez. La vida sigue su curso y en 1966 apruebo unas oposiciones para el recién creado Servicio de Auxilio en Carretera de la Jefatura Central de Tráfico. Simultaneé los dos empleos desde noviembre del 66 hasta julio del 67. Me supuso un esfuerzo sobrehumano, e incluso el entonces jefe local de Falange, más tarde alcalde de Arona, en el régimen político autocrático me denunció al Gobierno Civil, pero yo tenía en mis manos la Compatibilidad Ministerial preceptiva. Así eran las cosas en aquel momento histórico. Hube de renunciar al cargo de juez de paz por falta de tiempo, pero será tema de otro capítulo. La Base de la Ambulancia de Tráfico estaba provisionalmente en la Cruz Roja de Santa Cruz. En esto fallece el presidente, el prestigioso farmacéutico don Julio Hardisson Pizarroso, y desempeña el cargo el vice don Miguel Ángel Togores, para más tarde ser nombrado el Dr. Rafael Folch Jou. En ese momento me di cuenta de que la hora había llegado.

Escribí una carta al Dr. Folch (ya había cesado a voluntad propia en el empleo de Tráfico) que me contestó a vuelta de correo junto a un ejemplar del Reglamento Orgánico de Cruz Roja. Y allí cogí la ayuda moral y económica de la Excma. Sra. Dª María Amalia Frías Domínguez (Medalla de Oro y Plata de Cruz Roja) y la ayuda sin cuartel de hombres y mujeres del pueblo, entre ellos, mi esposa, mi amigo el Dr. Juan Bethencourt Fumero (primer presidente), la Sra. María del Carmen Martín de la Escalera y Mendillo, esposa de Bethencourt. Sin olvidar la ayuda de mis padres políticos, que permitieron que en su casa, ya bastante alterada con mi consulta de veinticuatro horas, los útiles de la incipiente Asamblea se ubicaran en su morada. Para todos ellos, los que aún están y los que se fueron en un viaje sin retorno, mi gratitud, la mía en particular, ya que los humanos suelen ser olvidadizos.

La Cruz Roja se fundó el 15 de octubre de 1967, día de Santa Teresa, andariega y fundadora. Proclamo que el Ayuntamiento de Arona y la Cruz Roja, en sus altos cargos, padecen de "amnesia". ¿Qué hubiera sido de esta olvidada, lejana y paupérrima zona? Los heridos graves y enfermos se nos morirían por el camino. He sido el gran olvidado, y que quede claro que solo tengo una medalla en mi larga vida. La de la Constancia de Cruz Roja, por Ley del Estado desde el Gobierno provisional del general Primo de Rivera. Pero, ¡oh, milagro!, el 16 de septiembre de 2006, los vecinos de Cabo Blanco (Arona), a través de su asociación de vecinos, presidida por un exalcalde y gran amigo Leocadio Toledo Tejera, me honran en un acto público y me hacen entrega de una bella placa, en la que se reunían todas mis actividades sanitarias, incluida la de partero, literarias, periodísticas y judiciales. Al pronunciar un breve discurso, yo, que presumo de "templado", sentí tal emoción que me falló la voz. Que quede claro que los olvidos no consiguen borrar la trayectoria de un hombre que lo ha dada todo por sus semejantes. Cosas de Santa Cruz.