El nuevo concejal de Sanidad de Santa Cruz, el socialista José Ángel Martín, indicó hace días a este periódico que, aparte de modificar la ordenanza de tenencia de animales, otra de sus prioridades en el área pasa por conocer la situación real del albergue comarcal de animales de Valle Colino (impulsado por los cuatro municipios del área metropolitana), que piensa visitar en breve, y solventar las carencias o problemas que le han dicho que sufre. Sin entrar en los motivos y posibles influencias en tales aseveraciones, los responsables del centro, con su directora a la cabeza, Adriana Naranjo, reivindican con fuerza los resultados obtenidos desde su apertura el 3 de octubre de 2005, el gran número de actividades que desarrollan y, sobre todo, la elevada cifra de animales, principalmente perros, que devuelven a sus dueños por haberse extraviado o a los que le consiguen una nueva familia que los acojan como merecen.

Lejos de las críticas, la Federación Canaria de Asociaciones Protectoras de Animales y Plantas (Fecapap, integrada por 18 entidades), gestora del centro, lo presenta como un referente en las Islas y subraya que, en este periodo de tiempo tan corto, ya ha logrado que, al cierre del ejercicio de 2010, se hayan adoptado unos 7.000 animales que han pasado por sus dependencias.

Para ello, y según subrayan, han incorporado diversas actividades que no desarrollan ninguno de los restantes albergues de Canarias, difundiéndolas mediante las nuevas tecnologías y los medios de comunicación, así como poniendo en marcha campañas educativas para sensibilizar sobre la tenencia "responsable" de animales para evitar su abandono. En este sentido, se han dado charla en 151 colegios y se ha llegado a unos 10.700 niños de edades comprendidas entre los 5 y 12 años.

La dirección resalta, asimismo, la gran acogida del albergue no solo en el área metropolitana, sino en el resto de la Isla y la explica por la "atención recibida por el personal", compuesto ahora por siete trabajadores cualificados (lo ideal serían nueve), así como por unos 60 voluntarios que sacan a los perros a pasear por las cercanías de la instalación y que desarrollan mesas informativas. Unos voluntarios que, además, están cubiertos con un seguro de accidentes, de conformidad con la Ley 4/1998.

El albergue también ha establecido un servicio de recogida de animales en horario nocturno para evitar accidentes o situaciones de riesgo. Además, se resalta el apoyo que supone para una treintena de empresas de la zona, que suministran el material necesario.

Esta actividad se vio reflejada el año pasado en los 2.200 animales que pasaron por el centro (otros ejercicios se llegó a 2.500), de los que casi 300 fueron devueltos a sus propietarios y 1.400 perros y gatos resultaron adoptados por nuevas familias, por supuesto con un escrupuloso control veterinario, con fichas detalladas de cada animal y la colocación de los preceptivos chips. La Federación recalca también que los animales permanecen el tiempo necesario (hasta más de dos años en algunos casos) hasta que logran un destino, si bien no se esconde que siempre hay bajas por peleas y que, a veces, se ha de sacrificar a algunos agresivos en pro de los demás.

El albergue se ha convertido tan en referente que, según señalan sus responsables, mucha gente les lleva animales de otras zonas, pero que, al carecer de indentificadores, dicen que lo encontraron en el área metropolitana. Es más, ahora mismo alberga dos cerdos que estaban en una casa abandonada, un burro, una oveja y un pato del colegio Luther King.

La federación coincide en que se cambie la ordenanza para reforzar las obligaciones de los dueños y, sobre todo, propiciar que se coloquen los chips simplemente porque, así, se pueden pedir responsabilidades en caso de accidente.

Como ocurrió hace poco con una podenca (Tetu) de muchos años, que logró una nueva familia, el albergue hace posible miles de finales felices.