Los trajes militares, los fusiles y el ruido de cañones volvieron a la capital, y sus calles retrocedieron hasta finales del siglo XVIII. Fue el tributo que rindió Santa Cruz a los héroes de la Gesta del 25 de Julio de 1797, en la que la ciudad repelió el ataque perpetrado por el contralmirante británico Horacio Nelson y su escuadra.

La actual situación económica del municipio hizo que no hubiera decoración de época, ni barcos, ni pirotecnia. Por no estar, no estuvo ni el ejército inglés. "No se atrevieron a venir", bromeaba un soldado; "se rindieron", decía uno de sus compañeros.

El desfile del Batallón de Infantería de Canarias, Milicias de Tenerife y Milicias Artilleras unió el cuartel de Almeyda con la plaza de España, donde inauguraron su sección de artillería y un cañón, en el que el alcalde, José Manuel Bermúdez, realizó el primer disparo.

Muchos viandantes parecían encontrarse de improviso con el desfile, pero también los había bastante más comprometidos con la causa: "¡Mi máximo respeto a lo que están haciendo!", lanzó a la tropa, con tono solemne, una persona mientras desfilaban por la capitalina calle La Rosa.

"Estamos tocando la fibra de la gente, que estaba adormecida", aseveraba Teodoro Ríos, presidente de la Asociación Histórico-Cultural Gesta del 25 de Julio de 1797. "Esto nos aporta autoestima y nos hace sentir de dónde somos y quiénes somos".

En la parada en la plaza del Príncipe, el conocido cineasta insistía en que "se trata de héroes propios, no ajenos". "Nosotros tenemos nuestra historia y debemos recordarla", abundaba.

Ya por la noche, el cuartel de Almeyda acogió la conferencia del escritor Jesús Villanueva Jiménez sobre su libro "El fuego de bronce", así como el desfile del batallón, que recreó los movimientos -sin lucha- de los soldados locales.

Esta mirada al pasado es posible merced a una treintena de voluntarios del colectivo encargado del acto, que ensayan en los meses previos al gran día. Eso sí, este año no tuvieron que luchar contra Horacio Nelson, pues la crisis dejó a la representación sin el ejército inglés y, por tanto, sin su jefe. Pero casi mejor que el contralmirante británico no haya vuelto; llevaba las de perder.