CON AIRES de folías salidas del violín concertino de los "Cantos canarios" de Power, comienza una noche mágica. Nos encontramos en el salón de actos del Colegio Oficial de Enfermería de Santa Cruz de Tenerife, en el que va a tener lugar un acto organizado por mi entrañable amigo y compañero Carlos Díaz Cejudo, hijo benemérito de nuestra ciudad. Acto seguido, al comienzo se hace entrega a mi esposa de un fragante ramo de flores por el ilustre señor presidente. Pasamos al salón, y por la secretaria oficial se da lectura al acuerdo adoptado para esta hermosa, al menos para mí, distinción, después de cuarenta y siete años de colegiado. Toma la palabra el presentador del acto, mi amigo y paisano e ilustre compañero Carlos Díaz Cejudo. Con su sabia oratoria hace una semblanza del homenajeado, dejando patente los lazos de amistad que les unen. Terminada esta exposición del perfil del homenajeado, intervengo yo, comenzando este breve discurso con unos versos de un inmortal poeta, Antonio Machado, haciendo patente su admiración y gratitud al periodista Francisco Ayala, allí presente. Veterano y competente periodista del diario EL DÍA, prologó el libro "El hombre del maletín", que a juicio del autor, que soy yo, valen más estas líneas que todo el libro, escrito con más corazón que técnica literaria.

Siguiendo con los presentes, debo nombrar con afecto al compañero Agustín González Fuentes, de Tegueste, que me ayudó mucho y bien en épocas difíciles, sustituyéndome en vacaciones y en etapas de mi precaria salud. Hoy ocupa un puesto en uno de los laboratorios del Hospital Universitario de Canarias. Siguiendo con compañeros, citemos a Sergio Trujillo, hijo de mi colega, maestro y benefactor, gran amigo de mi padre, el recordado don Francisco Trujillo Tito.

Vamos ahora con una excelente persona, Jaime Chaves Hernández, compañero de instituto. Experto pediatra que fue director del Hospital de Niños. Otro hombre de pro: Vicente Emilio Pérez García, pianista, licenciado en Química, profesor de EGB y prestigioso poeta, presentó mi primer libro, "40 años de medicina rural en Arona", en el Club La Prensa, del diario EL DÍA. A la pareja Luciano García y García, su esposa, Luisa Estany Cabrera, a la que dediqué mi libro "Luisa Estany, nostalgia de una voz".

Otro caro amigo, Alfonso Borges González, colaborador en el diario EL DÍA en temas musicales, erudito en ópera y zarzuela. Antonio Salgado Pérez, escritor crítico de boxeo, ostenta el título de intendente mercantil. Al amigo Añaterve Vilar Borges, con nombre de guanche ilustre, gran amigo. Fuimos colegas en mi profesión sanitaria, compañeros en la Facultad de Medicina en La Laguna. Llegó a tiempo de cumplir el sueño dorado de ser médico. Como anécdota, una tarde de grato recuerdo nos reunimos en el Hogar del Pensionista número uno de la capital, y con el piano mágico de José Lambea cantamos, vaya si cantamos. La tengo en un CD y me deleito volviendo a escuchar esas melodías.

Añaterve, a media voz, interpretó magistralmente el aria de "Tosca", el famoso "Adiós a la vida", y yo, que me considero sabio en la materia, diría que su autor, Giacomo Puccini, hubiese saltado de gozo al escuchar el preámbulo del aria "Ce lucevan stelle". Tarde para el recuerdo.

Vamos ahora con otro músico, entrañable amigo, un chicharrero de pro: José Julio Sánchez Fleitas, a quien calificaría como uno de los directores de la Banda de Música de la capital mejores de todos los tiempos. Le acompañaba su nieto Julio José, competente anatomopatólogo en un famoso hospital madrileño. Siguiendo la senda de las coplas manriqueñas -"...nuestras vidas son los ríos, que van a dar a la mar, que es el morir"-, algunos de los presentes en esa noche para el recuerdo han dejado este mundo siguiendo las sendas de la copla de Jorge Manrique en este fenómeno irrepetible que es la vida misma.

La fiesta continuó departiendo los invitados agasajados por la directiva del Colegio. Me realizaron una entrevista de radio por mi colega de profesión, periodista de carrera, Juan José Fernández Duva. Esta noche inolvidable se vio realzada por la presencia de mi familia. Destacó la figura de mi esposa, mi amante compañera, que supo sufrir con estoicismo los avatares de una dura profesión en unos tiempos heroicos, convirtiendo su casa, la de sus padres, en la "Casa de Socorro comarcal" las veinticuatro horas de cada día y, más tarde, en 1967, la Fundación de la Cruz Roja Local, siendo esta misma en sus inicios el depósito provisional del material que se iba adquiriendo.

La ingratitud es uno de los grandes males de la Humanidad, y ningún consistorio municipal -han sido muchos- se acordó nunca de la labor social, sanitaria y de atención al prójimo que esta familia supo aportar dentro de los más elementales principios de la caridad y por esta la gratitud que tanto falta en las relaciones de los humanos.

Y ahora quiero reseñar a los asistentes aquella noche, para mí memorable, y que ya han emprendido un viaje sin retorno. Una oración al Cielo para Luisa, Añaterve, Jaime, Vicente Emilio y Alfonso. Siempre los llevaré en mi corazón agradecido, y para Carlos Díaz Cejudo, mi amigo del alma. Transcurrió la noche en animada camaradería. Mientras, la nostalgia de Alfredo Kraus, un canario universal a quien tuve el gusto de escuchar cantar en el teatro Guimerá, en las óperas "Rigoletto", "La Traviata", "La favorita" y otras. En el descanso, mi difunto hermano Diego, que fue compañero de Krauss en las Milicias Universitarias, me lo presentó. Fue un momento para el recuerdo. Y en esto suena la voz acariciante, bellísima en unas canciones, poniendo como premio la interpretación del pasodoble "Islas Canarias".