NO HAY que ser muy espabilado para saber que hablar públicamente de los conflictos internos de los partidos hace daño, aburre, desgasta, genera desmoralización entre propios y extraños y no tiene nada que ver con los problemas reales de la ciudadanía. ¿O sí?

Veamos. Hace poco más de un año que un gran número de militantes abandonamos el PSOE ante la irrespirable falta de democracia interna y, sobre todo, por la continua anteposición de los intereses del partido en Madrid a las necesidades reales de nuestra Isla y sus gentes. Por cierto, anteposición de intereses dirigida por un ministro que con el tiempo se ha vuelto todo un "campeón" a fuerza de conseguir favores.

Decidimos crear Socialistas por Tenerife en la convicción de que hay espacio para hacer las cosas de manera más democrática y racional; por eso generamos dinámicas que permitieron la unidad de la izquierda alrededor de un proyecto de regeneración y transparencia tanto en las elecciones municipales como en las Generales de 2011.

Con un margen de tiempo escaso de tres meses, y junto a Izquierda Unida y Los Verdes, conseguimos el respaldo de cerca de veinte mil tinerfeños y tinerfeñas, y representación en casi una decena de los treinta y un municipios de la Isla. Y la hubiéramos obtenido en el Cabildo y en el Parlamento de Canarias si la legislación electoral que padecemos por estos lares no impusiera unos topes claramente excluyentes y diseñados por los grandes partidos para garantizarse el reparto de la tarta en tres trocitos.

Con este escenario por delante pareciera una estupidez realizar cualquier movimiento que pudiera poner en riesgo lo conseguido, que transmitiera conflictos y desavenencias ante la opinión pública, algo en que los hay tan expertos que lo han convertido en su modo de supervivencia política.

Pero es que esta es precisamente la esencia del asunto: para ser una herramienta útil a la ciudadanía, Socialistas por Tenerife tiene que fijar sus posicionamientos al calor del debate colectivo y no como fruto de personalismos y aventuras de quienes solo aceptan las votaciones democráticas cuando coinciden con lo que ellos piensan. Y si no, peor para la democracia.

Y pido el voto para otra organización política en contra de la decisión unánime de una asamblea; y de repente me vuelvo independiente, pero eso sí, conservando el escaño; y me niego a presentar mociones que no me gustan ni me convienen, y en contra de lo comprometido públicamente; donde dije que me ofrecía a presidir gratuitamente una comisión hago un apaño para que me paguen un sueldo que llamamos indemnización por si cuela.

Si queremos ser, tenemos que ser coherentes. No podemos denunciar que un concejal del gobierno municipal de La Laguna cobre ilegalmente sueldo y dietas a la vez mientras miramos para otro lado cuando uno de los nuestros hace lo mismo. Y si venimos diciendo que resolver el fuera de ordenación en el Plan General de Santa Cruz es vital para miles y miles de familias que tienen en riesgo su patrimonio, no podemos aceptar que el primer objetivo no sea resolver el problema, sino "pacificarlos", cuando el fuera de ordenación ha sido el único ejercicio de violencia que se ha producido en este caso.

Es lo que pasaba en el PSOE, porque le venía bien a Madrid, y al ministro "campeón": imponía en las listas a imputados por tráfico de influencias al mismo tiempo que hablábamos de regeneración; pactaba con CC dejarle arrasar los sebadales, al tiempo que teníamos un discurso de futuro sostenible; pedimos el voto para cambiar las cosas y acabamos apuntalando a los mismos que llevan treinta años en el Gobierno a cambio de administrar unas pocas miserias.

Por eso hemos retirado la confianza a José Manuel Corrales. Porque no podemos aceptar que haya pactado con el alcalde de Santa Cruz, José Manuel Bermúdez, que le asigne por decreto, como vicepresidente de la Comisión de Reclamaciones y Sugerencias, en noviembre y con efectos retroactivos a 1 de octubre, una asignación "ascendente a la cantidad mensual (para una comisión que se reúne cada tres meses) máxima de mil euros". Una cantidad que, como el propio acuerdo dice, "es incompatible con las dietas por asistencias a las sesiones de la comisión", que son las que legalmente debería cobrar. Por eso y porque Santa Cruz es lo suficientemente importante para nosotros como para renunciar a tener voz propia y quedar en manos de un concejal que va por libre cuando no le gusta lo que decide la mayoría y de cuyos pasos y propuestas nos tenemos que enterar por la prensa.

Es en este tipo de decisiones, complicadas, dolorosas, pero necesarias, donde a mi modesto entender Socialistas por Tenerife se está jugando ser o no ser en el futuro. Lo otro sería aspirar a ser simplemente un PSOE pequeñito.