El día que se decidió que no había más dinero para las obras del antiguo colegio de Las Asuncionistas se cerraron los accesos al inmueble. Sin embargo, okupas, jóvenes o desocupados se han colado en sus diferentes dependencias por pequeñas aperturas o grietas.

El interior del inmueble que albergaba el colegio y la capilla anexa es polvoriento y presenta dos tipos de desperfectos: los realizados por gamberros y los de la demolición de la obra. Sin duda, los primeros son los que menos daño han hecho. Sobre todo porque queda poco por romper o destrozar que no haya sido antes demolido por la obra. No hay muebles de ningún tipo, ni suelo en algunas partes, donde quedan las vigas de madera desnudas o el hueco de lo que era o pretendía ser un ascensor.

Parece como si un ángel hubiera pasado por el interior de los edificios del Viera y Clavijo y se hubiera quedado allí, cogiendo polvo en los pisos desnudos. Incluso quedaron olvidadas en el suelo varias carpetas del Patronato de Cultura del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife. En su interior, resguardos de faxes enviados y datos económicos de la publicidad inserta en medios del Teatro Contemporáneo que se representaba en el Viera y Clavijo en 1994.

La capilla conserva casi todas sus vidrieras, aunque el sistema de protección mediante maderas se ha caído (o lo han tirado) en algunos de los vanos. En el lugar donde deberían estar los bancos, se apilan losetas de suelo (¿escombros?) que se debieron retirar del piso del edificio.

En la planta más alta, algunas ventanas rotas junto a bloques de hormigón olvidados y algunos sacos de cemento. Un elaborado grafiti ofrece una pista sobre los gustos o edades de los que se cuelan en este edificio que es Bien de Interés Cultural (BIC).

A pesar del tiempo pasado, del olvido y de las acciones de algunos gamberros, tanto el antiguo colegio de Las Asuncionistas como la capilla anexa no presentan ningún desperfecto en su estructura. No hay grietas, ni humedades. Es un edificio hecho para perdurar en el tiempo.

Pepe (nombre ficticio), un okupa que vive en las inmediaciones, explica que se trata de jóvenes que quieren hacer trastadas. "El otro día unos chicos nos dijeron que querían hacer fuego, para aprender supervivencia". Les convencieron para que no hicieran nada y se marcharan.

La historia de Pepe es la historia de cómo la crisis económica se ceba en los eslabones más débiles de la sociedad. De origen cubano, trabajó en la construcción como vigilante y, por último, en un lavadero de coches. "Me tuve que ir de la habitación porque me echaron a la calle", cuenta. Así, desde el 14 de julio se trasladó al Viera y Clavijo, donde calcula que residen cerca de 15 personas.

No pudo acogerse a ningún tipo de ayuda porque al quedarse sin trabajo se quedó sin permiso de residencia y, por tanto, no tiene derecho a nada.

Pepe es atlético y apuesto. Va limpio y bien vestido y nadie creería que vive de prestado en edificios medio en ruinas si él no lo dijera. Junto con otros, trata de poner un poco de orden y evitar los destrozos en los inmuebles del Viera y Clavijo.

Han agrupado los restos de suelo de pizarra en pilas en el interior del teatro descapotable Pérez Minik y riegan los cipreses que hay en la plaza entre el teatro y la parte posterior de la capilla. Unos hermosos árboles que quedaron abandonados como el resto del recinto.

Sobre los conatos de incendio, apunta a un grupo de jóvenes, que acuden al lugar a fumar porros y, por hacer la gamberrada, incendian los colchones o las cajas de cartón de los residentes en la zona.

Pepe come en La Noria y duerme en el Viera y Clavijo, pero deja claro que lo que le interesa es trabajar. Hasta que alguien le dé una oportunidad, su único trabajo es vigilar que la paz de la comunidad del lugar no se altere. Para que el polvo se siga posando sobre los suelos desnudos.