Carmen Amador en una de las damnificadas por las riadas del 31M, hace diez años. A tenor de como le están yendo las cosas en la nueva vivienda que le entregaron hace dos años en el barrio de La Alegría, parece que la compensación no ha sido justa con ella.

Lleva dos años padeciendo en este edificio de viviendas públicas, en el que se ha acomodado a las familias afectadas por la riada en la zona de Anaga, que las aguas pluviales de la azotea y las residuales de las viviendas situadas encima de la suya salgan por el fregadero de su cocina, arrastrando todo tipo de desechos al interior de su casa.

A sus 80 años, Carmen lamenta aún más la expropiación a la que fue sometida, pues recuerda, contemplando los restos sobre la encimera de su cocina, que "tuve que dejar mi casa, que aunque era de pobre, tenía tres frentes y parecía un chalecito y estaba en frente de Residencial Anaga, para que me metieran, después de más de ocho años esperando por una vivienda, en este cuchitril".

"Están equivocados"

Asegura que los responsables del Ayuntamiento de Santa Cruz "no saben solucionar los problemas", pues señala que ella, con los problemas de movilidad y de salud que padece, ha tenido que ir a Urbanismo: "Tengo la sensación de que piensan que, como ya soy muy mayor y con tantas enfermedades, ya no vale la pena hacer nada. Están muy equivocados".

No obstante, afirma: "Yo me niego de manera rotunda a esta postura. A mis 80 años no le permito al ayuntamiento que me tomen el pelo, porque por este cuchitril pago de contribución 300 euros; también pago comunidad, el agua y basura", por lo que manifiesta: "No entiendo por qué se me trata de esta manera, cuando pago religiosamente todos y cada uno de los recibos".

Al respecto, aseveró que "lo que sí es una tomadura de pelo, es que yo lleve dos años padeciendo esta situación de la que ya me había quejado, máxime cuando yo no estoy aquí porque haya querido, sino porque sufrí unos daños y ahora, para colmo, cada vez que llueve toda la basura y las aguas residuales entran en mi casa".

Explica que ahora se ve atrapada en esta encrucijada de arrepentimiento, pues incluso le he manifestado a los responsables de Viviendas que les devuelve la casa para irse a otra, "pero me dicen que no hay dinero. Los ocho años que esperé por mi casa no valieron la pena y solo estoy decepcionada". Puntualizó que sus ganas de irse "no son por la vecindad, que es gente magnífica y son como mi familia, pero es que esto ya no lo puedo aguantar, ya que estoy pendiente de una operación de pulmón, al margen de las enfermedades que padezco, circunstancia que me afecta, pero que intento superar gracias a que soy una persona muy dinámica, aunque no entiendo por qué me tocó a mí".