No hay mejor forma de responder ante una cuestión tan insondable como es el asunto de la edad para las mujeres como con la elegancia que emplea Antonia María Mádam cuando dice que ella es una mujer del siglo XX. Precisamente, fue a mediados de este periodo cuando accedió al mercado laboral, en un tiempo convulso donde lo único que estaba bien visto era que solo el hombre llevara el sueldo al domicilio.

En torno al año 1956, Antonia empezó a trabajar como administrativa en la compañía Ángel Cruz Delgado, una fábrica de manufactura de fibras que se dedicaba a la confección de todo tipo de cuerdas, incluidas las de los barcos, que debido a su dimensión y peso -recuerda- "se tenían que elaborar en un tubo volcánico que había en el subsuelo del edificio" y cuya existencia es hoy en día todo un misterio.

Esta empresa se localizaba en la avenida Tres de Mayo "y tenía una plantilla de más de 200 personas que se dedicaban a este rentable negocio".

La materia prima venía de África, "y se trataba del sisal y abaca", fibras que una vez mojadas en gasoil "incrementaban su precio al pesar más".

El principal enemigo de esta actividad fue "el Puerto Franco, ya que al llegar el material manufacturado de fuera, la fábrica fracasó".

Analizando su propia historia, llega a la conclusión de que fue "una pionera, pues incluso las amigas nos veían con cierto recelo". En su departamento trabajaban otras tres mujeres, una de ellas su hermana, "y nos sentíamos muy orgullosas de poder llevar una administración".

En aquel tiempo, la confección de la nómina "te lleva un día completo" para organizar todos los conceptos que conducían a un sueldo de unas 700 pesetas (4,21 euros), que para la época "no estaba mal, y en la que un par de zapatos costaba 100 pesetas (61 céntimos de euro)". Recuerda que en sus primeros años "lo que ganaba lo empleaba en viajar, algo que también era poco frecuente", lo que requería "pasar el año sin comprar nada".

Su privilegiada memoria es hoy una oportunidad para acercarse a una imagen de lo que era una avenida Tres de Mayo en plena expansión, "donde estaba se concluyendo la obra de la conexión de la autopista a La Laguna, y también los tristemente recordados salones de Fyffes".

En el momento en que se acabó el trabajo, "solo nos despidieron a las mujeres -lamenta-, por capricho de la esposa del responsable de la nueva empresa que se pasaría al negocio de la importación de coches", en un espacio donde también se abrió una gasolinera que sigue en servicio, y que destacaba "porque quienes ponían la gasolina eran chicas, toda una novedad para esos tiempos".

A partir de ahí, trabajó para un importador de Las Palmas que se dedicaba a los tractores, coches y camiones, en una oficina cerca de la calle de San José, donde también llevaba las licencias de importación de Alfa Romeo.

Para centrar las diferencias entre las mujeres de su época y las actuales, Antonia María recurre a la anécdota que vivió con un conductor de guagua, que cuando Indira Gahndi fue nombrada primera ministra de la India dijo: "¡Una mujer presidenta, dentro de poco nos quitan el puesto!". "Quién le diría a este hombre que ver a las mujeres conductoras es algo habitual".

Todos este caudal vital también ha conformado un paso fundamental por la vida familiar, que se ha coronado con cuatro hijas. Sin embargo, Antonia María dijo que llegó al matrimonio con "un pacto", ya que le planteó al que luego fue su marido, que "me casaba solo si seguía trabajando".

"La vida ha cambiado mucho, afortunadamente. Yo nunca he considerado al hombre más que yo, y eso que en aquella época se consideraban por encima de nosotras, porque iban a la universidad y se creían más inteligentes. La mujer siempre ha sido consciente de su capacidad e inteligencia, que es, ni más ni menos, igual".

Con relación a la situación actual, asegura que "no creo que yo vea la solución, porque se cierran industrias y no se genera empleo. Es un ciclo como la posguerra, que no sé cómo sobrevivimos, pues eran momentos sin lujos, aunque estoy segura de que vendrán tiempos mejores".

Las imágenes de la vida de Antonia María también revelan retazos de la ciudad en la que se desarrolló como profesional, en una época que ya no quiere recordar.