Ayer fue lunes, pero no de Carnaval, sino de mayo, y el mismo día -13-, que hace tres años falleció el padre de las murgas de Canarias, Enrique González Bethencourt, que volvió a la plaza del Príncipe, lugar que desde 1961, y durante casi medio siglo, se convirtió en parte de su casa cada mes de febrero.

Desde antes de las siete de la tarde, la hora convenida, el templete estaba tomado por uniformes e instrumentos. Pero no los de la murga del maestro, la Afilarmónica Ni Fú-Ni Fá, sino el traje de gala que lucía la banda municipal de música de Santa Cruz, con su director, también carnavalero, al frente: Felipe Neri Gil, que dirigiera a Los Fregolinos.

A la hora convenida, la banda de música dejó atrás su repertorio e interpretó el himno de la fiesta: Santa Cruz en Carnaval, del maestro Agustín Ramos, primer premio Opelio Rodríguez Peña y director de Los Fregolinos.

Como si se tratara de la voz del estadio, Ivo López, en versión carnavalera para el acto inaugural de la estatua, el jefe de Protocolo del Ayuntamiento, Manuel Pío, anunció que el alcalde iba a tomar la palabra, que actuó de anfitrión, junto a la viuda del maestro, Jesusa Ramírez Díaz, que estuvo acompañada de sus hijos, Enrique -cuyos rasgos también permitieron perfeccionar la obra a sus escultores, Francisco de Armas, Adelina Martín y Ventura Alemán- y por Elena González. En el "coso carnavalero", poco más de un centenar y medio de personas, entre ellos algunos ilustres personajes de la fiesta con méritos de estatua, Juan Viñas, que fuera gerente de Fiestas durante más de 30 años; Pedro Gómez Cuenca, el Charlot de Tenerife, o Esteban Reyes, cofundador de Rumberos, o algunos más contemporáneos, como Maxi Carvajal, de Diablos Locos, y Primi Rodríguez, de Bambones... Eso sí, se echó de menos a murgueros de nueva hornada, no así a clásicos de la fiesta, caras conocidas de Bambones -murga a la que retornó el nieto de Enrique, Berto-, y de Diablos.

Bermúdez unió ayer su nombre al del Carnaval, y de la mano de Enrique, no tanto por las emotivas palabras que dedicó al maestro, sino por la placa colocada bajo la escultura, que recordará de por vida el alcalde que la inauguró.

Luego, el alcalde y la viuda de Enrique descubrieron la estatua. La cara de doña Jesusa se iluminó y es que "se parece como dos gotas de agua", dijo a EL DÍA.

Luego habló la hija del maestro, que agradeció a todos el apoyo recibido para que la escultura terminada hace dos años se pudiera colocar por fin. La única referencia a la Fufa la reservó para recordar cuando su padre iba a la plaza del Príncipe con la afilarmónica.

Y cerró el acto el presidente del Gobierno. Nada más tomar la palabras, los pajaritos y los loros se hicieron oír... Paulino Rivero elogió a Enrique, por ser un "gran santacrucero, un gran tinerfeño y un gran canario"... y pareció que entonces Enrique giró la cabeza. Había acabado el acto, pero lo mejor estaba por llegar. Los miembros de la Fufa, que parecían convidados de piedra, se subieron a la estatuta para sacarse una fotografía de familia y se atrevieron a cantar la presentación, a capela.

¿Se parece?

La mayoría de los conocidos de Enrique González coinciden en el parecido de la estatua con el padre de las murgas. Su inseparable Nicolás Mingorance así lo acredita, aunque dice que está más joven, "pero míralo de perfil", recomienda. O la exconcejala de Fiestas Maribel Oñate. "La parte de los ojos, la boca y el cuello", explicaba con entusiasmo. La aprobación fue general, incluso para Juan Viñas o Esteban Reyes. "Se parece".

Amigos y conocidos

Entre el público, en el último tributo al maestro, el expresidente de la Fufa Eliseo Carrillo, el actual Tino Cortés, y los exdirectores de la afilarmónica Lorenzo Marichal, Pedro Mengíbar y Ulises Noda, y el actual Cándido Acuña.