Su nombre, o más bien su profesión y su primer apellido, lo conocen y respetan todos los santacruceros . Sin embargo, la labor del doctor Guigou -de nombre Diego- y su trayectoria son desconocidas para buena parte de la juventud que ignoran que si existe un centro especializado en Pediatría en la capital tinerfeña conocido como el "hospitalito" es gracias a los desvelos y el esfuerzos que realizó este médico.

"Había estudiado seis especialidades, entre ellas Ginecología, Obstetricia y Cirugía, pero desde que comenzó a ejercer en Santa Cruz la atención de los más pequeños se convirtió en su obsesión", explica su nieta Ana María que, conocedora del archivo manuscrito y fotográfico de su abuelo, se ha decidido a impartir conferencias que sirvan para mantener viva la memoria del ilustre facultativo.

"Donde había miseria y enfermedad ahí estaba él. Si los pacientes no podían ir a su consulta él los visitaba. Hasta se daba vueltas en coche de caballos por toda la ciudad para comprobar si había alguna persona necesitada que requiriera ayuda médica y se la llevaba a su casa para atenderle", narra Ana María que asegura que si algo le quitaba el sueño a su abuelo "era la fragilidad de los niños y la alta mortandad" refiriéndose a las decenas de familias que vivían en condiciones infrahumanas en las cuevas del Barranco de Santos.

En julio del año 1900 el doctor Guigou hizo un llamamiento a los principales intelectuales de la ciudad que conformaban el denominado "Gabinete Instructivo" para levantar un hospital especialmente destinado a tratar a los niños sin recursos.

"Inmediatamente el proyecto se puso en marcha y prueba de ello es que solo un año más tarde abrió sus puertas", recuerda Ana María,

Para sufragar los gastos del "hospitalito" se fundó la Asociación Caritativa de la Infancia, aunque la donación más importante la realizó la Sociedad Económica de amigos del País que regaló una casa en construcción que se pudo terminar gracias a la generosidad de don Enrique Pérez Soto.

Las aportaciones de las familias más modestas también ayudaron a la expansión del centro hospitalario que seis años después de abrir sus puertas ya despachaba 800 consultas al año.

Y es que se consideraba el "hospitalito" como parte de todos, lo que explica que hubiera alcancías repartidas por todos los comercios y restaurantes en los que se podía leer: "El hospital de niños cuesta 0.05 céntimos por minuto, sosténgalo usted un minuto".

Muestra de su destreza como médico, y teniendo en cuenta que en la época no existían medios como las radiografías, solo con auscultar y escuchar el doctor Guigou diagnosticó que un bebé se había tragado un imperdible y le operó de urgencias con un éxito absoluto ante el asombro y satisfacción de la madre del pequeño que no atinaba a saber qué les sucedía a su hijo.

"En 1926 surge una iniciativa del periódico La Prensa que proponía regalar al doctor Guigou una placa de bronce costeada por los niños y así fue. Los propios niños entregaron a don Diego dicha placa que hoy en día se encuentra en un rinconcito del Parque García Sanabria", explica Ana María, antes de explicar que precisamente fue él el que propuso al Gabinete Instructivo que se reunía en la plaza del Príncipe, del que formaba parte el alcalde García Sanabria, la creación de un parque en la ciudad para que los niños pudieran jugar y respirar aire fresco. Aunque inicialmente la idea se desechó debido a que no había fondos suficientes para ejecutarla, el propio Diego Guigou inicio una cuestación que sirvió para que la construcción del parque diera sus primeros pasos.

Volviendo al "hospitalito" Ana María explica que su abuelo quiso hacer del el "una casa, un refugio donde tanto las madres como los niños se sintieran protegidos y fuera los más parecido a un hogar".

"Para él la presencia de las madres era muy importante, ya que consideraba que era indispensable para la recuperación de los niños y que les reanimaba.

Ana María Arias Guigou

Nieta del doctor