En el barrio de Salud Alto existen tres canchas de uso libre y las tres tienen en común que necesitan un poquito más de atención. La primera, por encima de los locales en los que ensayan las murgas, está llena de grietas, deteriorada, y con manchas de pintura roja de cuando pintaron por última vez los vestuarios y las gradas (es el mismo color). Además, dos puertas de los vestuarios tienen candado, pero la tercera está soldada porque, según cuentan los vecinos, algunos jóvenes se metían allí para propósitos que nada tenían que ver con el deporte. El rabo de gato y las malas hierbas rodean la cancha. En general, nos dicen, esta cancha no se usa para hacer deporte. Los que más la usan son "los inmigrantes" y "la gente que tiene perros", nos explica Marco Antonio Hernández, vecino de la zona. "No las usamos", reconoce Marco, quien añade que "para las votaciones las limpiaron y las pintaron. Después de eso, nada". Otro residente, enfadado, no quiere dar su nombre pero asegura: "La juventud no cuida nada. Si quieren hacer deporte, que se vayan al monte".

La segunda de las canchas, la del polideportivo de la Asociación de Vecinos Santiago Apóstol, tiene más actividad. Los alumnos del Colegio Hispano de la zona hacen el recreo allí. Esta no tiene apenas grietas, pero los muros de alrededor necesitan una mano urgente de pintura. Un árbol de un parterre aledaño tiene una rama completamente dentro de la cancha. Algunas de las farolas que deben iluminar la cancha no tienen cables por dentro. En el pequeño escenario que se levanta en uno de los laterales, el cuadro para toma de electricidad no tiene tapa. Además, los jardines o parterres de alrededor, dentro y fuera del recinto de la asociación, están llenos de botellas, latas, bricks y demás suciedad. A Jorge Valenzuela, vecino de la zona, se le pregunta por la cancha, pero él ataja: "Hay problemas más importantes en el barrio". ¿Cómo cuáles? "Como que se el barrio se está viniendo abajo y como que falta trabajo".

Pepe Herrera, presidente de la Asociación de Vecinos Santiago Apóstol, no oculta su impotencia. "Hemos pedido un montón de veces a todos los partidos que hagan arreglos en la cancha, que nos repongan los candados, que nos los robaron, que arreglen las puertas".

La última de las canchas abiertas es la que está junto al colegio Estévanez Murphy. Es la que en mejor condiciones está, apenas tiene alguna grieta suelta. Sin embargo, son los alrededores los que resultan descorazonadores. Los jardines aledaños, además de llenos de latas, botellas vacías y desperdicios, están secos. Las papeleras están llenas a rebosar, alguna volcada. Tampoco hay ni un alma dentro de las canchas, jugando. Un señor camina por el perímetro quejándose de lo secos que están los jardines. No es que tengan tampoco muy buena salud las canchas de este barrio de Santa Cruz.