Luis Mesa todavía se altera cuando habla de las lluvias de este domingo. "No sabes la impotencia de tener a tus hijos y tu mujer en casa y no poder hacer nada, ni si quiera alcanzar la casa para estar con ellos", comenta.

La casa de Luis, en la calle Cibeles, tiene un pequeño muro ("lo aguantó todo, gracias a Dios") que sobresale un poco. "Toda el agua que bajaba le iba a la casa", recordó.

En un momento determinado sonó "una explosión" y el agua de un enorme tubo que venía a conectar todas las escorrentías bajo la calle empezó a brotar "como si fuera un tsunami". La gran tubería reventó y el agua y las piedras destrozaron incluso una escalera.

"¿Cuántos millones se gastaron aquí? ¿Cincuenta, noventa? Dijeron que iban a arreglar el barrio para que no volviera a haber una riada como la de 2002. Y las primeras lluvias se lo han llevado todo", reflexiona Luis Mesa.

De hecho, una patrulla de la Brigada Forestal (Brifor) del Cabildo de Tenerife estaba en la parte baja de acceso al barrio, junto al Centro Asunción, limpiando de piedras y tierra una cancha de baloncesto. Piedras y tierra que habían bajado desde la calle Atenea, en la parte alta del barrio, hasta estas canchas que están en la carretera de acceso al barrio, cerca del colegio Miguel Pintor. Los operarios ya habían limpiado una buena parte, pero intentaban pasar una mini-retroexcavadora para ayudarse con la tarea.

En la calle Atenea, también operarios de Medio Ambiente del Cabildo de Tenerife se afanaban, pala en mano, en despejar las escaleras que habían quedado en pie tras la riada.

Sin embargo, el concejal de Servicios Públicos, Dámaso Arteaga, explicaba en la rueda de prensa del lunes que barrios como La Alegría "tiene sus dificultades, pero nada que ver" con lo que pasó en el pasado porque "hay una infraestructura que ha funcionado correctamente en la parte alta".

También resultó afectado el bar de Águeda Álvarez, a quien le entraba agua de un arqueta exterior que, en vez de tragar, la expulsaba. El desnivel de la calle donde está la puerta trasera del bar y esa arqueta fueron la causa.

"Vinieron los vecinos, nos ayudaron a achicar agua en cubos, pero no dábamos abasto", explica. Los vecinos a los que se refiere son los realojados de 2002, los de los pisos nuevos, que esta vez se ahorraron el susto.

Así, aunque en esta ocasión no hubo que lamentar daños mayores, el recuerdo de la riada de 2002 permanece vivo entre los vecinos de La Alegría. En algunos casos en forma de casas tapiadas que aún recuerdan la tragedia de 2002. En otros, en el de vecinos que se prestan a echar una mano al que le está entrando agua.