EL tiempo se detuvo el 19 de octubre en el entorno de El Cercado. Camino de El Regente, en la parte alta de San Andrés, el paisaje es desolador: postes abatidos, vehículos destrozados, lodo, rejas desvencijadas y una pala en acción para "reconducir" el cauce de un barranco por el que el jueves aún corría agua. Agua que bajó desatada y lo arrastró todo a su paso desde San Pedrito, Los Barranquillos, El Huertecillo, La Vicariña, Hacienda Cubas, La Viña Vieja, Caraballo...

Nombres evocadores, de profunda raigambre rural y escenario natural para hombres y mujeres de Anaga. "No se limpian, y si intentamos tocar algo, recoger hierba o sacar un cubo de arena nos puede costar hasta la cárcel". Lo aseguran Maruca y Pedro, 67 y 69 años, respectivamente, de experiencia. El domingo pasado lo volvieron a pasar muy mal.

En zonas como El Muñón, en Las Huertas, "no tocan los cañaverales y el agua los llevó hasta Las Teresitas. Por eso han aparecido tantas cañas en la playa", apuntan.

Incomunicados y sin accesos durante casi dos días, sin agua potable uno y medio, sin luz (el alumbrado público se recuperó el miércoles) hasta que se acopló un generador porque el transformador se inundó. Y, además, viendo desde su casa como el barranco se llevaba animales y vehículos - "hay dos personas que todavía no los han encontrado", apuntan- para añadir: "Después de la riada de 2002 apareció un coche en Candelaria".

Padres de seis hijos y ya con nueve nietos, ambos forma parte del casi centenar de vecinos que viven en esta zona alta del pueblo marinero junto a La Barranquera y otros núcleos dispersos.

"Miedo no, pero los nervios no nos los quita nadie", asegura Maruca, o sea Juliana Cabrera Siverio, mientras prepara café. Su vida se ha desarrollado entre huertas, lavando en el barranco y sacando niños adelante. "Hace dos años volví a nacer. Tuve una caída tonta aquí en casa y perdí mucha sangre. Me cosieron a sangre fría. Pensé que no lo contaba, pero aquí estamos".

Pedro Pérez Bello, socarrón como buen campesino canario, mira a su mujer y recuerda los tiempos de cobrador de las guaguas "rojas" durante nueve años y los 31 de trabajo en el muelle. Siempre combinado con el campo.

Parece increíble que cayera tanta agua el domingo cuando el jueves había más de 30 grados en la zona. "El agua negra subía hasta la mitad del torreón (tiene más de 20 metros de altura). Y no paraba. Si llueve más tiempo, no sé que hubiera pasado. Aquí, en El Cercado se gastó mucho dinero pero hicieron más bien poco", valoran.

Cada vez que llueve como el domingo, "recordamos la riada de 2002". Un deseo de los dos: "Que arreglen y limpien bien los barrancos. Y que les den anchura para que no vuelva a pasar".