"La vida se paró aquí el 29 de noviembre cuando nos desalojaron porque corría peligro nuestra vida. A día de hoy (ayer) todo está prácticamente igual o, incluso, peor. Han sido las peores navidades". Así se expresaba uno de los inquilinos del edificio ubicado en el número 15 de la calle Pérez de Rozas que fueron evacuados aquella noche de fuerte viento porque el muro del inmueble anexo, sobre el que se sostenía el lateral del suyo, se vino abajo y sus viviendas quedaron "desnudas".

Desde ese día hasta esta semana, no han podido entrar a sus casas y al menos el lado derecho de las dos primeras plantas continúa precintado porque "la reforma se acomete de dentro hacia afuera". No ocurre así con la puerta del inmueble y las vallas que la protegían están echadas a un lado.

Las obras se acometen en el edificio anexo, que estaba "hueco" desde hace años, y donde se originó el problema. De momento, los trabajos más visibles se desarrollan en la parte de este último que da a la calle Álvarez de Lugo.

"Mi madre no va a volver, apunta otra vecina. Su salud se ha resentido y lo peor es que entraron a robar en la casa después del desalojo. Por fortuna han puesto un candado y la llave la tiene el arquitecto que se encarga de la reforma del edificio de al lado".

Otro vecino señala: "El dueño no se había puesto en contacto con nosotros hasta esta semana. Ahora entraremos a buscar nuestros enseres y daremos de baja el agua y la luz, pero tenemos claro que aquí no vamos a volver. De momento, Urbanismo y Seguridad se pasan la pelota y nosotros estamos en medio viendo el partido". En cuanto a los comercios ubicados en los locales de los bajos, la peluquería Jesús Luis ha abierto de nuevo muy cerca, en la misma calle, y el restaurante Solana no ha podido hacerlo aún aunque todo el mobiliario ha sido retirado.

El inmueble está situado en pleno centro y tiene muchas décadas de antigüedad.

Los inquilinos de las tres viviendas que estaban habitadas -de las ocho totales, en cuatro plantas- esperaron al resultado del diagnóstico de los técnicos tras el desalojo, que no resultó favorable.

No han podido volver a sus casas y ya cumplen más de 40 días fuera. El paisaje es el mismo que entonces, con la amenaza de los puntales de hierro justo al lado. Por fortuna, sin riesgo porque no hay nadie.