Diez y veinte de la noche del jueves pasado en la sede de la Policía Local de Santa Cruz de Tenerife de la avenida Tres de Mayo. El subinspector Francisco pasa lista a los 26 agentes del Grupo 3, uno de los cinco del cuerpo que recorrerán en siete patrullas los cinco distritos de la capital tinerfeña. No olvida desearles que todo vaya bien y uno cree escuchar, además de la música tenue y nostálgica de la serie, la frase mítica de "Canción triste de Hill Street: "Tengan cuidado ahí fuera".

Sus 31 años de experiencia han dado al subinspector Francisco la pátina de policía curtido. Formado y con mano izquierda en la calle. Recoge su arma, y provisto del etilómetro de última generación que no llegará a utilizar, repasa los servicios que luego reparte a los patrulleros. Todo está listo para salir a vigilar las calles hasta el relevo de las seis y media de la mañana.

Antes de partir, el subinspector visita la Sala de Control: "Estos días hay un problema con los contenedores quemados, apunta, y tenemos un dispositivo especial contra los pirómanos. Las cifras dan miedo: veinte del 2 al 12 de enero y 234 desde noviembre. Y en todos los distritos".

El oficial Joaquín es desde hace años compañero de patrulla de Francisco. Conduce por unas calles frías y prácticamente vacías. "Esta no es una ciudad de ocio, sino de descanso, de domingo a jueves. Si hubiera venido mañana (por el viernes) o el sábado vería una realidad muy distinta", valora.

Primera parada: Cruz del Señor. Localización permanente. La Policía Local, en función delegada por los juzgados, comprueba que una persona en arresto domiciliario está en su casa. Solo ese día tenían diez servicios similares. La otra orden planificada es vigilar sedes municipales. Hoy tocan el cementerio de San Rafael y San Roque, el Palmétum o la oficina descentralizada de Anaga en San Andrés.

Llaman porque un supuesto foco deslumbra en la autovía de San Andrés. Falsa alarma, igual que la denuncia vecinal de música y botellón en el parquin del Parque Marítimo. Se comprueba que es una murga que le canta a los que esperan fuera del Recinto Ferial.

Largo recorrido infructuoso por La Granja, Salud Alto, Duggi o Residencial Anaga entre "fondos de saco" y espacios del menudeo. Anuncian: "Si no hay acta aquí, no habrá en toda la noche". Y así fue. "¿Se habrá estropeado la emisora?" pregunta el novato, extrañado al no oír hace rato la retahila de "alfas" y "bravos".

Vehículo sobre la acera en Callejón Buoza con La Marina, en posición de alunizaje, abierto y con objetos de valor dentro. No se toca. Hay un nuevo protocolo de seguridad muy estricto tras el ataque terrorista en Francia. La Policía Nacional ("hay muy buena relación a pie de calle con el CNP") lo "coteja" y al final se lo lleva la grúa. Al conductor se le localiza en su casa de un barrio de Anaga pero "apenas podía articular palabra". Deberá recoger el vehículo en el depósito "cuando se recupere".

Ambos policías se ponen muy serios ante el recuerdo de "niñas de 14 años dedicadas a la prostitución y unos padres a los que les da igual". Pero otras anécdotas son menos duras de contar a la hora del "cafelito" en el Hospital de La Candelaria -"lo único abierto son los tanatorios"-. Por ejemplo: "Hace poco encontramos a un hombre de 56 años, ebrio, caminando por La Salud. Buscaba a una supuesta novia y terminó por echarse a llorar. Quería que lo llevaran a su casa en El Toscal. Al final lo dejamos en su cama dormidito".

Joaquín apostilla: "Tenemos una filosofía preventiva y de cercanía al vecino". Y el subinspector Francisco, resume: "Ciudad tranquila, misión cumplida".