Cierra Deportes Lovero tras más de 60 años de historia. La noticia cayó como una bomba a finales de abril en Santa Cruz y basta ver las redes sociales para comprobarlo. Lo peor es que era cierta y un comercio emblemático, parte de la historia de la ciudad, ha cerrado sus puertas. Para dolor de Rosario Lovero, "Tata" para todos, y Víctor Suárez, sus propietarios.

Ella, de la calle Duggi, él, de La Rosa. De El Monturrio y de El Toscal. Y unidos en otra vía histórica de la capital tinerfeña: el Barranquillo o Imeldo Serís, donde siempre, en el número 45, ha tenido su sede Deportes Lovero. El matrimonio, ambos con 72 abriles, recalca el concepto de "familia" para el negocio que fundara Manuel, el padre de Tata.

"Lovero con v, eh, que va a perderse el apellido" (tuvieron tres hijas), apunta Tata, simpática y activa en presencia de un Víctor al que lo que más le fastidia es el futuro de los pocos empleados que aún quedaban en un negocio que llegó a tener 32 en la época dorada de finales de los 80 y los primeros 90 del siglo pasado. A ellos (Jorge, Raúl,..) apelan siempre porque los consideran "de la familia". Esa idea es la que ha imperado durante décadas entre chandals, tenis, botas de fútbol o trofeos, placas y copas por grabar.

La crisis y los nuevos tiempos, con una feroz competencia, se llevaron por delante una tienda pionera en el negocio de la equipación deportiva o el grabado.

Tata recuerda que "el apellido viene de una errata porque era con b pero en el registro constaba con v y así se quedó. Incluso aprovechamos para atraer a la gente con el juego de la palabra love, o sea, amor en inglés".

"Mi padre, Manuel -explica Tata-, tuvo siempre espíritu de emprendedor como comerciante de tejidos y una gran afición por el deporte. De esa mezcla surgió Deportes Lovero. Tuvo primero en los años 50 La Rueca en el número 42 de la calle Barranquillo. Empezó con cajas vacías y luego se instaló donde ha estado siempre el negocio, en el número 45". "Fabricar este edificio costó nada menos que diez millones de pesetas de la época", dicen. La actividad comenzó en 1967 con mucho éxito: "Trajimos las primeras tiendas y sillas de camping cuando no se habían visto nunca".

Llegaría la especialización en el deporte porque "era un enamorado del boxeo y fue directivo de la federación, igual que del club de lucha Santa Cruz, además de socio número 1 del Real Unión de Tenerife de fútbol". Tata y Víctor recuerdan que "vestíamos por completo a campeones como Barrera Corpas o Juan Albornoz Sombrita".

En 1970, la tienda textil dejó espacio a los productos deportivos y, dos años después, Almacenes Lovero pasó a llamarse Deportes Lovero. Además, la empresa adquirió un edificio anexo, el 47, en 1988. Vendían de todo: equipajes, calzado deportivo, material de acampada, balones, trofeos... Fue el primer gran comercio de deportes de Canarias.

"Siempre pensamos que el negocio tendría continuidad, pero no ha podido ser", indican Víctor y Tata, para concluir: "Ahora esperamos liquidar por completo todo lo que nos queda pendiente y luego disfrutar juntos. No hemos pensado en algo concreto pero hay mucha cosas todavía por hacer".

Manuel, un patriarca con un carácter muy especial

Manuel Lovero fue el único que sobrevivió de los cinco hijos que tuvo Rosario Morro, una gaditana del Puerto de Santa María "de armas tomar" como dice su nieta porque "ella era la auténtica matriarca". Quedó viuda muy joven del padre de Manuel, andaluz también, de Jerez, que la siguió a la isla cuando ella vino con 12 años. Ya se escribían en la Península y seguían haciéndolo cuando él fue movilizado para la Guerra de Cuba. No volvió a su tierra y se quedó en Santa Cruz. Manuel Lovero Morro nació el 11, del 11 de 1911. Fue duro crecer como hijo único y salir adelante, "pero mi padre tenía carácter", recuerda Tata. "Todo estaba en su cabeza, era increíble. Por ejemplo, con dos palabras clave, Sarmientos y Pulgarcito, lo calculaba todo, no le hacían falta máquinas. Tal vez no se supo adaptar a los nuevos tiempos". Con 82 años, en 1993, falleció. Era aún la época de las vacas gordas. Antes, en 1988, habían adquirido el edificio del número 47. El logo de Lovero, la enorme antorcha olímpica con los aros, reinaba en el sector. Víctor, que ha vivido unos días "muy duros porque es toda una vida aquí", lleva el comercio en la sangre. Trabajó desde niño en el transporte de frutas, aprendió contabilidad y gestión de empresas y a mitad de los 60 entró a trabajar en Lovero.