"El viernes, cuando una clienta entraba, le cayó una rata encima. Sus gritos se oían desde la Rambla". Así explicó Elsebritt, responsable de la tienda de ropa ubicada junto al número 14 de El Perdón, la situación que viven vecinos y comerciantes de un tramo de la vía, hasta el cruce con Capitán Gómez Landero. Desde hace años, aunque "se ha agravado los últimos días sin saber la razón". Una plaga de roedores, más de 50 según pudo comprobar el viernes la Policía Local, mantiene en vilo a los residentes en esta céntrica calle del barrio de Salamanca.

"Los bichos -comentan en un improvisado corro tres vecinos, Francisco, José y Paco- se pasan por las fachadas, a través del cableado, del número 14 al 12, al 8 (donde hay un almacén con comida de uno de los dos restaurantes cercanos), al 6 o al 4. Todos los balcones están sellados, pero...". Cuentan que "hace unos días, una rata se subió por el cochecito de un niño ante el histerismo de su madre". Apuntan de repente a debajo de un coche: "Mire, ahí hay una. Campan a sus anchas y salen a tomar el sol", dicen. Ayer se esperaba un equipo para desratizar, pero creen, por experiencias anteriores, que "no es suficiente". Respecto a quien "va y viene" a la casa del 14 porque "no vive ahí", confirman, "debe tener síndrome de Diógenes porque acumula basura y da de comer a las ratas. Impresiona ver cómo por la noche acuden como langostas al pie de un árbol seco en el patio".

Las fuentes aseguran que "ha habido denuncias pero no una orden judicial que permita sellar este foco de insalubridad".

Lo corrobora Mónica, quien invita a entrar en su casa, en el número 6, y antes de entrar anticipa el hedor insoportable y haber pasado por varias plagas, de mosquitos a cucarachas. La vivienda está "blindada" y llena de objetos para cazar a las ratas. Asegura: "Mi hijo de 18 años, Saúl, el lunes (festivo) acabó con ocho. Su padre, el domingo, se cargó a siete".

Mónica agradece a su vecina "Begoña, que vive en el tercer piso del edificio de al lado, porque nos avisa de sus movimientos". Y concluye: "Llevamos cinco noches sin dormir pendientes de ellas . Las escucho correr, engrifarse o chillar, y me vuelvo loca".