El 31 de diciembre fue su último día. Esa jornada acabó, tras 41 años, la actividad de la cafetería Diana. Un cierre inesperado que sus clientes aún no acaban de asumir.

Propiedad de José Déniz y su familia desde hace más de dos décadas, el establecimiento era un referente de la calle La Marina, una vía que, durante años, vivió al albur de la actividad portuaria. Con el paso del tiempo eso fue cambiando, pero la esencia de la cafetería permaneció.

Allí había llegado en el año 1979, tras "nacer" enfrente de La Alameda del Duque Santa Elena con el nombre de La Diana. ¿Razón? El toque de diana que se escuchaba cada mañana en un cuartel cercano.

Desde ese entonces trabajaba en el establecimiento el joven de María Jiménez José Déniz. Y allí siguió, primero como camarero, más tarde como encargado y, finalmente, como propietario.

El cambio de ubicación de la cafetería trajo consigo una pequeña modificación: el nombre perdió el artículo. Pero todo con un sentido, pues se hacía referencia a un cuadro de la "Diana Cazadora" que Juan Galarza pintó, y que allí permanece, en una de las paredes del local. Por cierto, para ello fue necesario tapar los cristales porque se utilizó como modelo a una mujer desnuda.

Ya en La Marina, la cafetería se convirtió en punto de referencia y confluencia para las personas que llegaban de Anaga o que arribaban al puerto de Santa Cruz. "Gente de toda la Isla y de todos los países", enfatiza. Alguno le dio la oportunidad de viajar a Italia.

Además, el local también fue centro neurálgico de las noches del Carnaval y de la cabalgata de Reyes, precisa su hijo José, con bastantes horas detrás de la barra. "Ha sido parte de la vida de mis padres. Con él han mantenido una familia. Y nunca nos ha faltado de nada", reconoce.

Así hasta que llegó su final "forzoso". Aunque con edad suficiente para jubilarse, pues tiene 69 años, la idea de Déniz era mantener abierto el local hasta el año próximo, cuando se vencía el contrato, con la intención de traspasarlo. "Había varias personas interesadas en cogerlo", confirman.

Sin embargo, los propietarios del edificio en el que está asentado el establecimiento, en la plaza Isabel II, no compartían esa idea. Su intención era cerrarlo para llevar a cabo unas reformas en todo el inmueble.

Por eso, José Déniz decidió, de forma inesperada, poner punto y final a la actividad de la cafetería Diana, al menos como se le conocía hasta ahora, con las ensaladillas rusas y los calamares de Mercedes, su mujer.

Aún agitado por el papeleo que ello conlleva, el hasta ahora dueño contemplaba ayer con cierto desconsuelo las puertas cerradas del local. "Son 42 años metido aquí".

No obstante, que nadie se lleve a engaño. A pesar de todo ese tiempo, él lo tiene claro: "Me acostumbro rápido", sentencia al ser preguntado por si se adaptará a su nueva vida de jubilado. "Toca disfrutar de la casa y de las huertillas" que tiene en Valle Tabares, donde reside desde años.