Con escucharla unos minutos basta para conocer el secreto de su éxito: su labia. Parapetada detrás del mostrador hila una conversación con otra, pero sin perder detalle de quién entra y quién sale. Solo las grandes letras rojas que hay en varios puntos de su tienda alertan de que lo que va a suceder: "María Rosa" cierra.

La popular tienda de textil de la calle Castillo, que lleva el mismo nombre de su propietaria, pone punto y final tras cuatro décadas de actividad ininterrumpida. Lo hará el próximo 15 de febrero. Por resumirlo en una frase: María Rosa Prado recoge sus manteles.

Afincada en Tenerife desde el año 1970, a donde llegó por el trabajo de su marido, María Rosa probó suerte en el mundo del textil y de ahí no se movió. No le hizo falta.

Primero en un local de la calle Pérez Galdós y más tarde en calle Castillo, esta ovetense se hizo un hueco en Santa Cruz, con mucho esfuerzo y dedicación, al calor de la efervescencia comercial que vivió esta parte de la ciudad.

De su actividad no solo han sido testigos clientes de "toda la vida", que ahora sienten el cierre del comercio, sino afamados artistas del panorama nacional como Carmen Sevilla, María del Monte, Massiel o el ya fallecido "El Fary".

Durante años, "María Rosa" fue un lugar de peregrinaje para muchos de ellos, un punto de referencia para adquirir mantones de Manila, toda clase de manteles, trajes típicos canarios, ropa de cama y vestuario de Carnaval, entre otras muchas cosas.

Material que, en cualquier caso, María Rosa seguirá vendiendo hasta el 15 de febrero como si ese no fuese el último día. "El reto es venderlo todo", comenta entre risas. Y podría lograrlo, porque ella sigue, junto a sus cuatro empleadas, con la misma energía -o casi- que cuando empezó.

Y es que, a pesar del cierre que se avecina, María Rosa lo deja claro nada más cruzar el umbral de la puerta: "No cierro porque me jubile", sentencia. En todo caso, ha llegado su momento. "Siempre hay un antes y un después. Mis hijos ya están grandes y no quieren esto ni regalado", aclara. "Esto es muy sacrificado".

De la honradez con la que ha trabajado toda la vida quedarán, sobre todo, dos detalles. Por un lado, que alguna de sus empleadas -las mismas de siempre- lleva con ella más de treinta años. Por otro, que no haya optado por los beneficios fiscales a los que tenía derecho si se hubiese jubilado. Por eso indemnizará a sus dependientas como corresponde. "No quiero lo que no es mío", matiza. "Son muchas horas conviviendo con ellas", añade.

¿Y cómo aprovechará ahora el tiempo? Eso es otro cantar, porque se le acumulan ideas: descansar, dormir una semana entera, ir a la playa... "Me voy a aburrir", asegura. Por si acaso, su hija asturiana -el otro nació en Tenerife- ya le ha recomendado algo: un quiosco de pipas. Seguro que también le funcionaría.