Los hermanos panaderos están en Cuevas Blancas. No son dos, como en el programa televisivo de Canal Cocina, sino tres. Tampoco se llaman Tom y Henry, sino Carlos, María Isabel y Yaiza Suárez. Sí han heredado, como los anglosajones, "la cultura del pan artesanal" e igual que ellos ponen siempre por delante de la cantidad la calidad, en su local de la calle Punta de Teno, en el Suroeste de Santa Cruz, llamado "Doradito". Como la barra que sale de su horno, cuidada con mimo y producto de "16 horas de cocción en cada hornada". Como se hacía antes.

"Mi abuelo era panadero en Venezuela, de donde procede la familia, apunta Carlos, y nos transmitió su amor por este oficio. Trabajamos los tres, además de otras tres personas, y montamos el negocio hace unos 15 años cuando prácticamente comenzaba a haber vecinos en esta zona de expansión". La novedad, tras superar la crisis "con mucho esfuerzo y la ayuda de una clientela fiel, de barrio", es su renovado "compromiso con el pan artesanal, el que gusta saborear a los que saben esperar".

La idea de mejorar los ha llevado a integrarse en un colectivo nacional, del que forman parte unas 400 panaderías, sobre la decena en la isla, que propone un pan "de masa lenta, con fermentación de 16 horas". Se traduce en un producto único, llamado MUM por sus tres posibilidades: "Mojar, untar y montar".

"El secreto está en la masa", asegura el tópico que corroboran con la receta: "Agua, sal, levadura y tiempo, además de pasión por lo que se hace. Sin aditivos".

Subyace en los tres la firme defensa del pan tradicional, el que sale del obrador: "Es muy diferente al industrial que, por desgracia, se impone por la rapidez de la vida y la oferta de grandes superficies o franquicias. Nosotros apelamos a la calidad y a ofrecer un producto sano. Pero es muy complicado poder competir. De hecho, hay un receso de las panaderías con obrador. A nivel del estado han cerrado un 15% en los últimos años. Aquí, en Cuevas Blancas, había cuatro hasta no hace mucho y ha cerrado una".

La profesión de panadero sigue siendo "dura, pero un poco menos" afirma Carlos quien concluye: "Ya no hay que estar aquí a las diez y media u once la noche como antes. Basta con las tres o tres y media de la madrugada (sonríe). Aunque a mediodía acaba la jornada".