Puede que sea una casualidad, pero en apenas dos semanas, vecinos de Santa Cruz han planteado que, tal vez, su situación sería distinta si pertenecieran al limítrofe municipio de El Rosario.

Primero fue la asociación de vecinos 8 de Marzo, de Añaza, en relación con el estado de su litoral, y ayer residentes en tres calles de Llano del Moro, en la parte que pertenece a la capital tinerfeña, en el distrito Suroeste.

En concreto, denuncian el "olvido" municipal en las tres vías en las que residen: Haya, Abedul y Juan Marín Vives. Tres callejones sin salida y sin asfalto en los que cada vez que llueve se forma un auténtico lodazal. Y como ejemplo ponen la situación vivida estos dos últimos días.

Las tres calles citadas son perpendiculares al conocido como Camino del Convento -prolongación de la carretera de San Francisco de Paula-, vía que separa a El Rosario de Santa Cruz. De ahí su malestar con el consistorio de la capital, al que acusan de interesarse por su situación solo cuando hay cerca un proceso electoral. "Solo vienen a medir cuando hay elecciones. Y ahora hay unas pronto, ¿no?", se preguntan con cierta ironía.

"En El Rosario ya no estaríamos así", aseguran estos vecinos, que recalcan que, hace un tiempo, "nos dijeron en la asociación de vecinos La Era y el Trigo que ya estaba el dinero dispuesto para arreglar las calles". Hasta ayer, sin embargo, no se había producido ninguna actuación.

En el caso de la calle Haya, y según relata una de las vecinas afectadas, el poco cemento que hay en la entrada lo tuvieron que pagar "de su bolsillo" los particulares. Y, lo que es peor: al final de la vía, y como quiera que no hay señalización que advierta de que, como las otras dos, es una calle sin salida, los coches que acceden están obligados a dar la vuelta en un terreno particular. "Un día de estos ponemos una cadena a ver qué hacen", advierten.

Algo similar a lo que ocurre en la vecina calle Juan Marín Vives. El asfalto que se colocó hace unos años "solo llegó" a una parte de la calle, más o menos a la altura del colegio público Matías Llabrés Verd. "Del centro docente hacia abajo parece que no pagamos impuestos", reclama otra residente.

En ocasiones, asegura, le resulta imposible bajar hasta el final a la ambulancia.

Y la situación no es distinta en la calle Abedul, otro de los callejones sin salida en los que, cuando llueve, los charcos y el barro son el día a día de vecinos y conductores.